Por Moisés Escobar Bahamondes
Compañeros y amigos, hoy nos volvemos a encontrar, en esta nueva edición de nuestra revista, la revista de todos, por todos y para todos. Primero que todo, a nombre de la revista y la universidad, le damos una cordial bienvenida a los nuevos estudiantes que ingresan al primer año de nuestra carrera, sabemos que al principio muchos se debieron sentir en un estado de cohibición, de soledad y de desamparo, como también ocurrió en nosotros, al entrar por primera vez en las vítreas puertas de este palacete. Como vemos, tales nuevos compañeros han generado lazos, que probablemente, darán lugar a una duradera amistad. Esperamos que su estadía en la universidad, sea grata, y más aún, fructífera. En estos momentos, se inicia una nueva etapa para ustedes estimados y algunos, aún anónimos para mí, compañeros mechones, esta etapa, que tendrá como telón de fondo los verdes mosaicos, que le confieren al establecimiento un ambiente clásico grecorromano, idóneo para la reflexión y el dialogo, acá ustedes serán los protagonistas de una obra que acaba de iniciarse para ustedes, pero que ya lleva cerca de cien años efectuándose, casi sin interrupciones. Siéntanse en confianza, con total desenvoltura, en ésta, su nueva casa que los acoge hospitalaria y fraternalmente.
Teniendo en cuenta que esta es la primera edición de la revista en el año entrante, la dedicaremos especialmente a nuestros nuevos compañeros recién ingresados. Así mismo, considerando el especial contexto de inicio del año académico y a modo de generar, propiciar un debate fructífero, colmado de nuevos rumbos por recorrer en éste, nuestro largo camino, es mi deseo, mi querer justamente apelar a la distinción y posterior definición de dos calidades, condiciones que si bien son diferentes, a ratos las confundimos, las entendemos como sinónimos.
Aunque a simple vista, este intento se considere como un mero capricho o redundancia fútil, sostengo porfiadamente una posición quizá problemática para muchos, tanto dentro como fuera de la escuela, pero sostengo el ideario de que el hombre es capaz de superar sus circunstancias, aunque éstas le sean desfavorables, lo cual implica también la aspiración, de la cual muchos hacen vanagloria, pero pocos ponen en acción sus fuerzas para concretarla, de vivir en una sociedad mejor, mas justa, y por cierto, esta justicia implica una actitud crítica respecto a las instituciones sociales, partiendo desde la misma universidad, la cual constituye el primer ámbito, espacio donde todos podemos ser partícipes de su conducción y porvenir. Sostengo esta búsqueda, este preclaro objetivo, y en pos de éste, me proyecto al tema de la editorial, la distinción entre alumno y estudiante, dos conceptos que implican dos actitudes distintas respecto a la universidad, al conocimiento, al saber, y más aún, respecto de la sociedad en que estamos inmersos.
Dos conceptos distintos ya que el primero, alumno (del latín alumnus, de alere es decir, alimentar, criar, especialmente ganado) dice relación a la calidad de ser discípulo de maestro en algún saber o ciencia. Consiste, necesariamente en una relación jerárquica de poder, una relación de educador y educando, donde hay un sujeto activo, de quien emanan los conocimientos, y otro pasivo, quien actúa casi como un recipiente de saberes, los acumula, y posteriormente los expone ante el maestro, demostrando que aprendió, que comprendió los conocimientos y en una nota se resume tal resultado.
Estudiante, proviene de un término aún mas amplio, el de estudio, del latín Studium, que significa actividad, aplicación del entendimiento a la adquisición y cultivo del conocimiento. Con esto, superamos la noción de mero receptor, de simple recipiente de conocimientos, de sujeto pasivo del proceso de aprendizaje. Conlleva ahora una actitud personal de enfrentar tales conocimientos, de voluntad, de proyección hacia la búsqueda, y hacia la aplicación en la praxis de aquellos saberes.
En una carrera abocada al ser humano y la sociedad, como es el derecho, es nuestra obligación no ser quietistas, no conformarnos acomodaticiamente con lo expuesto por la docencia, en cambio, una actitud propia de un estudiante, que justamente es aquel dedicado al cultivo del conocimiento y de la aplicación de éste sobre la base de un buen entendimiento, debe extraer de todas aquellas fuentes del saber, así como de su propio examen racional, una respuesta que implique solución de los problemas del derecho y la sociedad en la cual éste y nosotros entramos en acción.
Por otro lado estamos en una carrera en la cual interactuamos constantemente no solo con normas, sino con un contenido bastante más profundo, la libertad y la dignidad humana, el poder tanto privado como estatal y el efecto de estos poderes en la determinación de la vida humana. Si queremos ser diestros y más aún, íntegros en lo que seremos, profesionales del derecho, debemos interiorizarnos en aquellas áreas, aunque sea a ratos difícil debido a la premura del tiempo y al agotamiento intelectual.
¿Cómo podemos evitar caer en el quietismo?, pues propiciando la discusión de los temas, a través de los más diversos medios que se presenten, tales como instancias presenciales como iniciativas que impliquen la utilización de instrumentos escritos como nuestra revista, también la lectura personal, especialmente de filosofía es un recurso recomendable para todo estudiante, pues esta a fin de cuentas constituye un espacio de esparcimiento intelectual, y quiéranlo o no, es democrática y plural, en el sentido de que existen los mas diversos pensamientos, todos útiles a la hora de argumentar. Por otro lado, el leer, no solo de filosofía, sino también de otros cultivos humanos, provee al estudiante del contenido suficiente y genera en éste los criterios básicos de crítica, justamente, para juzgar el antes y el hoy, la historia, tanto universal como nacional, y la situación actual, es decir, la historia en el acto, la política, la humanidad en desenvolvimiento.
Siguiendo el concepto antes expuesto y justificado de estudiantes, verdaderos estudiantes, concluyo las siguientes certezas y finalmente proporciono al albedrío de sus conciencias, unas cuantas interrogantes:
1) En cuanto estudiantes, debemos propiciar una actitud de tomar partido por las cosas, asumiendo que somos actores fundamentales, y seguiremos siendo juez y parte en la acción social, como trabajadores e intelectuales. Esta conclusión implica una preocupación por el futuro y porvenir de la universidad y más aún, de la sociedad, lo cual irremediablemente nos conduce al compromiso y responsabilidad hacia nuestra acción en la vida, requisito insito de un buen ciudadano, a modo de partícipe de la comunidad humana. Es por ello que poco contribuyen a tal preclaro objetivo, aquellas opiniones evidentemente quietistas, que favorecen la despolitización de la universidad, como si se tratara de un ámbito forzosamente neutral, donde el pensamiento político estuviera vedado para guiar a la acción, y de esa manera, hundiéndonos en una realidad parecida a la del liceo o peor aún de la escuela básica, y condenándonos a ser precisamente, individuos funcionales, pasivos, acríticos, y peor aún, manipulables, gracias a la ignorancia, de las intenciones y voliciones de aquellos que detentan el control cultural de nuestras sociedades.
2) En la universidad siendo estudiantes de verdad, teniendo tal compromiso y responsabilidad, fortaleceremos, iluminaremos a ésta, nuestra gran casa de estudios. Por otro lado, nos comprometemos con la universidad, para mejorar su calidad, partiendo de lo más básico, nosotros.
3) ¿Compañeros y amigos, nos consideramos tras esta intervención como alumnos o estudiante partícipes de la vida universitaria?
4) ¿Si nos consideramos alumnos, quietistas y acomodaticios, estaríamos dispuestos a cambiar tal actitud, en pos de ser mejores para nosotros, nuestros semejantes y la universidad?
Solo de nosotros dependerá, como seres libres y pensantes, ser estudiantes o meros alumnos
viernes, 14 de marzo de 2008
martes, 5 de febrero de 2008
DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS
El redespertar estudiantil
“con paso firme y lenguaje claro”
1
El redespertar estudiantil es una organización política, democrática y transversal, que basa sus decisiones en el consenso de sus integrantes.
Es una organización por cuanto no es una mera yuxtaposición de individuos, es un grupo que comparte ideas, planteamientos, fines y objetivos, y que adopta su estrategia y táctica política con independencia de toda organización externa a ella.
Es una organización democrática, pues las decisiones adoptadas en su interior se resuelven por sus miembros en consenso.
Es una organización transversal ya que si bien reconoce un ordenamiento entre sus filas, pues una organización sin orden no es tal, este ordenamiento no implica una división entre sus integrantes. Todos los miembros de “El redespertar estudiantil” tienen el mismo derecho de dirigir su organización.
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El redespertar estudiantil es una organización política, democrática y transversal, que basa sus decisiones en el consenso de sus integrantes.
Es una organización por cuanto no es una mera yuxtaposición de individuos, es un grupo que comparte ideas, planteamientos, fines y objetivos, y que adopta su estrategia y táctica política con independencia de toda organización externa a ella.
Es una organización democrática, pues las decisiones adoptadas en su interior se resuelven por sus miembros en consenso.
Es una organización transversal ya que si bien reconoce un ordenamiento entre sus filas, pues una organización sin orden no es tal, este ordenamiento no implica una división entre sus integrantes. Todos los miembros de “El redespertar estudiantil” tienen el mismo derecho de dirigir su organización.
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Es una organización que se plantea en contra de cualquier política que sustente y reproduzca una forma de vida y de sociedad que mercantilice o trate como cosa al ser humano. Nos oponemos a todo sistema social en el que el hombre se vea constreñido a trabajar como siervo o esclavo, en el que el hombre sea tratado como una pieza más en el engranaje productivo o estatal. No aceptamos en ninguna de sus formas al modo de producción capitalista que mercantiliza el derecho humano a la educación, en desmedro de los más pobres de Chile.
Propugnamos la construcción del socialismo, y no su imposición invertebrada de la organización popular. Socialismo, libertad y democracia no son antagonistas, sino en cambio, el primero es condición para la realización de las otras dos.
Así mismo solidarizamos con las luchas e intereses de los pueblos originarios de Chile que sufren directamente la centenaria represión estatal.
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Propugnamos la construcción del socialismo, y no su imposición invertebrada de la organización popular. Socialismo, libertad y democracia no son antagonistas, sino en cambio, el primero es condición para la realización de las otras dos.
Así mismo solidarizamos con las luchas e intereses de los pueblos originarios de Chile que sufren directamente la centenaria represión estatal.
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Nuestra visión de la universidad comparte los planteamientos de Manuel de Rivacoba. La universidad más que un centro de aprendizaje para sacar títulos, es una comunidad del saber, es decir, una sociedad que se mantiene unida por el amor al saber, en la amistad y la fraternidad entre sus integrantes. Planteamos que lo más importante en la universidad somos los estudiantes, ya que los demás integrantes (mal llamados estamentos) existen en pos de nosotros.
Propugnamos la triestamentalidad democrática e igualitaria, y no fórmulas intermedias que siquiera se acercan a los estados generales antes de la revolución francesa.
Proponemos como objetivos el bienestar y desarrollo de todos y cada uno de los integrantes de la comunidad universitaria, ya sea de estudiantes, trabajadores y profesores.
La educación de calidad y la excelencia académica son objetivos irrenunciables de toda comunidad educacional.
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Propugnamos la triestamentalidad democrática e igualitaria, y no fórmulas intermedias que siquiera se acercan a los estados generales antes de la revolución francesa.
Proponemos como objetivos el bienestar y desarrollo de todos y cada uno de los integrantes de la comunidad universitaria, ya sea de estudiantes, trabajadores y profesores.
La educación de calidad y la excelencia académica son objetivos irrenunciables de toda comunidad educacional.
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En cuanto a la organización será contradictor pero también alternativa a la lógica de representación y su burocracia, inserta en la organización estudiantil actual.
Planteamos la democracia directa como sistema de adopción de decisiones colectivas, y en especial en el movimiento estudiantil, en el cual la pluralidad de sensibilidades no se expresa de forma fiel en las directivas pretendidamente representativas.
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Planteamos la democracia directa como sistema de adopción de decisiones colectivas, y en especial en el movimiento estudiantil, en el cual la pluralidad de sensibilidades no se expresa de forma fiel en las directivas pretendidamente representativas.
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Por tanto basará su accionar político en la crítica y transformación del modelo educacional actual, a través de la conquista de los espacios de poder que nos permitan realizar las transformaciones necesarias que van en pos de los más afectados por las consecuencias de la mercantilización a ultranza de la educación.
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En pos de la construcción de una sociedad justa y democrática, proponemos como medio de acción política la acción directa de las personas asociadas en comunidad como la única forma de expresión democrática de los estudiantes y trabajadores.
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Así mismo, se propone la construcción de un movimiento estudiantil, para y en función de un movimiento popular, es decir, una organización que éste al servicio de los trabajadores y el pueblo de Chile. No negamos el valor que tienen las luchas reivindicatorias de carácter gremial o sectorial, siempre que estén inmersas y coordenadas en un movimiento político unificado con el resto de las demandas y exigencias de los oprimidos y excluidos.
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Luchamos ante todo por una educación digna y gratuita para todos y, por tanto, también por la transformación valórico-cultural de todo lo que es posible enseñar, con el fin de que no sea más la educación un instrumento de la clase hegemónica que reproduzca la división clasista de la sociedad. Para ello se hace perentorio unir los esfuerzos y voluntades de todos para construir una organización del poder social verdaderamente democrática.
“…por una educación digna y gratuita para el pueblo…con el paso firme y el lenguaje claro...”
elredespertar@gmail.com - redespertarestudiantil.blogspot.com
jueves, 17 de enero de 2008
¿Materialismo dialéctico o filosofía de la praxis?
Por Néstor Kohan
Marx es su (tercer) mundo "hacia un socialismo no colonizado" Capítulo VII
Se sabe que en América y en el mundo la revolución vencerá, pero no es de revolucionarios sentarse a la puerta de su casa para ver pasar el cadáver del imperialismo. El papel de Job no cuadra con el de un revolucionario.
Segunda Declaración de La Habana 4 de febrero de 1962
En el comienzo fue la acción.
FAUSTO J. W. GOETHE
¿Cómo resistir la esclerosis dogmática? ¿Cómo garantizar que la filosofía marxista no se petrifique ni se momifique en una apología encubierta del orden existente? ¿Cómo recuperar la dimensión disruptiva achatada, vapuleada y puesta en sordina hasta el cansancio por la vulgata
de los manuales?
En primer lugar, pongámonos de acuerdo. No hay salida del laberinto si seguimos apelando a la envoltura ontologizante con que se cubrió y maniató el martillo crítico de Marx. La negatividad de la dialéctica solo puede golpear con toda su magnitud contra el poder si se la desgaja de la cosmología naturalista. Aferrarla a la pasión, a la voluntad, a la praxis colectiva de los miles de hombres y mujeres que luchan contra la explotación y la dominación. El capitalismo no caerá por mandato ineluctable de las semillas y los árboles ni del agua que hierve y pega un salto de cantidad en calidad. Dejemos esas puerilidades para la etapa
primitiva del marxismo, para el marxismo subdesarrollado.
Rescatemos de su filtro ontologizante la médula profundamente crítica y revolucionaria que caracteriza y define a esta filosofía, a este método, a esta concepción del mundo y de la vida.Para ello hoy resulta absolutamente imprescindible destacar el opacado y vilipendiado —como "idealista subjetivo"— lugar central que en ella ocupa la categoría de praxis. Praxis que no significa nada más que la acción y la actividad práctica humana de transformación del mundo objetual. Si el marxismo no apuesta al todo o nada en función de la práctica deja de ser revolucionario y se transforma en otra cosa. Si ello ocurriese, como decía Mariátegui, ya no es marxismo.
Si todos los problemas solo pueden ser planteados y comprendidos a partir de su relación con la actividad práctica humana, entonces el marxismo puede ser considerado con Gramsci como un humanismo absoluto. Humanismo que frente a toda tentación metafísica implicará
inexorable y contemporáneamente un historicismo también absoluto: "La filosofía de la praxis es el ‘historicismo’ absoluto, la mundanización y terrenalidad absoluta del pensamiento, un humanismo absoluto de la historia. En esta línea hay que excavar el filón de la nueva concepción del mundo", alertaba el italiano.
¿Que solo somos soportes de relaciones sociales?, ¿meros portadores de ideología?, ¿simples mensajeros de un discurso que tiene vida propia? Las modas pasan, los furores se disipan... Hoy debe reconocerse que los determinismos económicos, ideológicos, discursivos, no han logrado derribar con su lógica de hierro al régimen capitalista. Perdida la seguridad que otorgaban esas doctrinas donde el sujeto humano era un mero efecto de estructura —o de superestructura o de lenguaje o de discurso o de poder, etc.—, y su comportamiento podía describirse como se analiza el mecanismo físico de un reloj o el software de una computadora, todo se ha vuelto azar, discontinuidad, irracionalidad y fragmentación. El estructuralismo dio pie, en su fracaso, al posestructuralismo y este —¿para qué seguir creyendo en un centro estructural, que en definitiva sigue siendo sujeto?— al posmodernismo. Un viaje de ida, un itinerario previsible, cuya estación de salida afincaba en la tramposa seguridad absoluta de haber borrado al sujeto de la racionalidad histórica. El punto de llegada —¿podía ser de otro modo?— condujo no solo a eliminar teóricamente al sujeto sino también las estructuras, los centros y las determinaciones sobredeterminadas de las estructuras, e incluso a los grandes relatos totalizadores que pretendían aprehenderlas racionalmente. La frialdad del estructuralismo marxista derivó en el calor sofocante y pegajoso de la renuncia a todo proyecto
de emancipación. Un calor que apesta y ahoga. La dureza metálica de una historia sin sujeto, de un sujeto sujetado en los moldes de acero de las personificaciones históricas, dejó su lugar ahora ocupado por una blandura gelatinosa y babeante de "pensamiento débil" y moral
fláccida.
¿Y la praxis? ¿Y la política? ¿Y las luchas anticoloniales, de liberación nacional, antimperialistas, anticapitalistas, socialistas? ¿Y la revolución? Sí, la revolución. ¿Solo queda margen para las luchas fragmentarias, puntuales, corporativas, circunscriptas a los micromundos inmediatos de cada uno de los movimientos sociales? ¿No hay posibilidad de articular los múltiples sujetos en una totalidad integradora, tratando de que la riqueza de la diversidad no se convierta en fragmentación? Nuevamente... ¿y la praxis?
Precisemos, entonces, cuál es la significación de la expresión “envoltura ontologizante” — una feliz expresión de Adolfo Sánchez Vázquez— que hemos utilizado al caracterizar lo que fue la principal dirección filosófica del marxismo dogmático. El referente de este concepto apunta hacia la principal tendencia que reviste la filosofía del marxismo si es entendida como un materialismo dialéctico. Concebir el marxismo como tal implica seguir girando en torno del problema de los grados y las jerarquías ontológicas de lo real (“la materia”) así como la relación del ser con el pensar, o el de la naturaleza objetiva con el hombre. Problema que en la génesis histórica del DIAMAT, como ya hemos visto, fue originariamente formulado por Engels.
Con el objetivo de superar definitivamente esta tradición hermenéutica y las consecuencias políticas que de ella se derivan en la “deducción-aplicación” de los esquemas lógicos universales al terreno sociohistórico latinoamericano, intentaremos reconstruir el pensamiento marxiano centrándonos en su dimensión praxiológica. En esta otra dirección, la filosofía del marxismo ya no puede ser concebida como un materialismo dialéctico, pues su problema fundamental no es ni nunca ha sido ontológico (relación del ser con el pensamiento al margen de la práctica). En realidad es una filosofía de la praxis que aborda los problemas fundamentales de la filosofía y la política —sobre todo de la política, que es lo que más nos interesa— en relación con la actividad práctica humana, que pasa de esta manera a tener la primacía desde un punto de vista antropológico (puesto que el hombre se constituye a partir de, en y por la praxis), histórico (puesto que la historia no es más que la historia de la praxis humana y resultado contingente de la actividad de los seres humanos), gnoseológico (porque la práctica es el fundamento del comienzo, de los métodos y del fin del conocimiento, así como su criterio de verdad), ontológico (pues el problema de las relaciones entre el hombre y la naturaleza, o entre el pensamiento y el ser, no puede resolverse al margen de la praxis), económico (en tanto la economía no es más que el ámbito de las relaciones sociales de producción, distribución,
intercambio y consumo que los seres humanos establecen entre sí en el curso del desarrollo de su actividad histórica) y definitivamente político (pues el poder se constituye en el espacio social de las relaciones de fuerza entre los seres humanos y sus prácticas). Lo que articula esta inmensa y voluminosa cantidad de problemáticas —hoy abordadas por cada una de las disciplinas sociales— es la actividad humana. El sujeto humano en actividad es núcleo de verdad histórica, a condición de que no quede reducido al sujeto entendido como un individuo aislado, egoísta y mezquinamente calculador (el Robinson Crusoe del cual se reía Marx), cuya caricatura de racionalidad hoy han adoptado acríticamente los "marxistas" analíticos y todo el individualismo metodológico.
Un antecedente obligado al cual nos debemos remitir en el intento de repensar a Marx desde esta nueva perspectiva filosófica es la obra de aquel hereje comunista italiano, quien enfrentando la recientemente constituida “ortodoxia” denominó al marxismo —retomando la botella lanzada al mar por Labriola— “filosofía de la praxis”. Lo hizo por razones de censura carcelaria, pero también y sobre todo porque consideraba que la categoría central de su corpus teórico era la “praxis”. En los Cuadernos de la cárcel, Nino —como lo llamaban sus amigos y compañeros—cuestionaba la división de la filosofía de la praxis en dos pliegues doctrinarios mecánica y abstractamente separados: 1) una “doctrina de la historia y de la política” (el denominado “materialismo histórico”), y
2) una doctrina filosófica general (perteneciente a la tradición materialista, a la que se le agregaba el aditamento “dialéctico”). Esta separación mecánica no solo es identificable en el rudimentario DIAMAT sino también en el sofisticado pensamiento de Althusser. En uno y otro se intenta reconstruir la "filosofía ausente" en El capital: desde el materialismo ontológico uno, desde la epistemología estructural el otro. Pero en ambos hay separación.
En estos cuadernos —cuatro años posteriores a la proclamación del DIAMAT como filosofía oficial de la Internacional por parte de Bujarin y de la publicación de los Siete ensayos de nuestro Mariátegui—, Gramsci somete a crítica al autor de Teoría del materialismo histórico. En su critica sostiene que en Bujarin la doctrina de la política y la historia era concebida como la sociología del materialismo metafísico (o sea, la deducción-aplicación de los axiomas del materialismo en general al estudio de todas las sociedades). Sociología que debía ser construida teóricamente, según Bujarin, siguiendo el método de las ciencias naturales.
En cambio, Gramsci veía como inaudito que tal materialismo en general fuera concebido como una metafísica naturalista mecanicista válida para todo tiempo y todo lugar, lo que equivalía a considerarlo como "un universal abstracto fuera del tiempo y del espacio". La terminante caracterización gramsciana del “materialismo dialéctico” como una “metafísica” proviene de su concepción según la cual "escindida de la teoría de la historia y de la política, la filosofía no puede ser más que metafísica, mientras que la gran conquista en la historia del pensamiento moderno, representada por la filosofía de la praxis, es precisamente la
historización concreta de la filosofía y su identificación con la historia".
Leyendo desde hoy en día y desde nuestra realidad latinoamericana estas formulaciones gramscianas, ¿qué utilidad práctica tendría el marxismo desengachado de la política y la historia? Podría ser, sí, un instrumento cognoscitivo más —aséptico y neutralmente valorativo, como muchas veces se lo concibe en la Academia—, radicalmente ajeno a la praxis de
transformación. Pero si así fuese, si se convirtiera simplemente en uno de los tantos discursos que andan dando vueltas por allí —”que hay que tener en cuenta, por supuesto"...— y se abandonase definitivamente la vocación por el poder ¿seguiría siendo marxismo?; ¿por qué no cambiarle entonces de denominación?
La apuesta gramsciana implica que si es verdad que el marxismo se sustenta en el materialismo, este “nuevo materialismo” (como lo denomina Marx en la décima tesis sobre Feuerbach) no es una nueva metafísica teórica —una nueva praxis de la filosofía o un nuevo discurso de la ciencia, acumulativamente sumado a los anteriores— sino que constituye un materialismo praxiológico cualitativamente diferenciado del tradicional.
Es praxiológico en una doble dimensión: en primer lugar, porque concibe la relación del ser humano con el mundo como una relación activa, práctica, transformadora, y en segundo lugar, y principalmente, porque el pensamiento filosófico y teórico marxiano no pretende dar una nueva “interpretación del mundo” (aunque se la conciba como una nueva “práctica teórica”) sino que está dirigido centralmente a guiar la revolución social a través de uno de los polos privilegiados de la actividad humana: la praxis política revolucionaria, el ejercicio de la hegemonía. Aunque se lo quiera castrar, dándole una tarjeta de invitación para sentarlo a la mesa e integrarlo "democráticamente" al almuerzo equidistante de los otros discursos en danza, debemos apostar a romper esta comunión de los santos, esta tolerancia amistosa, esta (seductora) invitación al desarme. La praxis política tiene que seguir guiando seriamente nuestra reflexión. Si queremos continuar impugnando radicalmente el morboso festín de los satisfechos y los atragantados, no hay otra posibilidad.
Especifiquemos entonces los motivos que nos llevan a seguir empleando un término tan problemático como el de “materialismo”. Optamos por hacerlo porque la teoría de Marx prioriza en su explicación de los procesos sociales las condiciones materiales de existencia del hombre
en sociedad y sus actividades productivas en el nivel histórico-social. El materialismo remite a lo social, a lo histórico, no al elemento natural físico-químico. La materialidad de la que nos habla Marx es la de la praxis social.
Si el materialismo es entendido y circunscrito estrictamente en el nivel histórico-social y se lo concibe centrado en la praxis transformadora, no tiene ya nada que ver con el materialismo metafísico del DIAMAT (o el de Bujarin que critica Gramsci) que plantea la prioridad ontológica de la materia en sí, como “realidad objetiva” al margen del hombre y de su actividad práctica, por sobre el espíritu. Tampoco tiene ningún punto de intersección con el materialismo gnoseológico propio del realismo ingenuo que postula la primacía del mundo objetivo existente independientemente de cualquier sujeto que lo observa por sobre la conciencia que “lo refleja”. Los ejemplos pueriles de los manuales.
A partir de estas consideraciones sería oportuno repensar el status filosófico que corresponde a El capital y qué es lo que analiza Marx en él. Si su filosofía fuera “materialista” en el sentido tradicional de la palabra, entonces el objeto de El capital sería el estudio de la relación del ser humano con la naturaleza objetiva-material pensada a partir de la centralidad de la categoría de fuerzas productivas. A quien intente leerlo de este modo se le escapará completamente el objetivo que perseguía Marx, quien no por casualidad eligiera como subtítulo explicativo del libro la crítica de la economía política. ¡Cuánta actualidad tiene esa crítica en el mundo contemporáneo, cuando el horizonte social y cultural del capital y el reino de la religión mercantil todo lo inundan, todo lo atraviesan! ¡Cuánta actualidad en momentos en que hasta una importante porción de socialistas visualizan como eternamente insuperable la sociedad del mercado!
Esta crítica tiene como presupuesto la relación —abstracta y común a todas las épocas— del ser humano con la naturaleza a través del trabajo pero se despliega en otro nivel de determinación de mayor concreción que es el que le otorga su principal status filosófico: el de las formas sociales que adopta la praxis humana (1). Es solo a partir de la separación metodológica que realiza Marx entre “materia” y “forma social”(2)
de la actividad humana y de sus productos objetivados como este último puede realizar la crítica de la confusión ahistoricista en la que cae la economía política, estudiando al mismo tiempo los avatares históricos que reviste la praxis humana en el modo de producción capitalista. Luego, es lógico inferir que si bien su filosofía tiene como presupuesto la naturaleza y la relación que el hombre establece con ella, no obstante, su contenido principal se encuentra en la investigación de la actividad humana transformadora y de sus formas históricas diferenciales.
La gran fuerza hegemónica del capital, a fines del siglo XX y comienzos del XXI, reside justamente en haber convencido a millones —mediante el terror y el consenso— de que el capital y el modo de vida que conlleva no tienen historia. Son eternos, insuperables, ahistóricos. "Siempre hubo y siempre habrá ricos y pobres" reza un refrán popular, hijo de la derrota política. En la vida cotidiana, en cada una de las actividades de todos los días, en el trabajo, en el amor, en las profesiones, en el estudio, nos han convencido de que hay capitalismo para rato. Y en función de ello debemos adaptarnos y actuar. Como es obvio, lo único que resta es el "sálvese quien pueda... y si sobra algo es para mí". Allí reside el núcleo
último de la hegemonía cultural de los poderosos.
¿Acaso el marxismo como teoría política de la rebelión no debe intentar cuestionar esta "evidencia natural" hasta las últimas consecuencias? ¿No es esa su principal tarea en el orden teórico de este agitado comienzo de milenio?¿Es posible cuestionarla prescindiendo pues del historicismo?
1) Karel Kosik intenta explicar el modo de exposición del estudio de la praxis humana y de sus formas sociales que realiza Marx en El capital comparando su manera de abordar el problema con la de Hegel, Goethe, Novalis y Rousseau, y encontrando en todos ellos al igual que en Marx una forma simbólica común, “la odisea”: "El capital se manifiesta como la “odisea” de la praxis histórica concreta, la cual pasa desde su producto elemental del trabajo [la mercancía], a través de una serie de formas reales, en las que la actividad práctico espiritual de los hombres se objetiva y fija en la producción, y termina su peregrinación no con el conocimiento de lo que es por sí misma, sino con la acción práctica
revolucionaria.” (Karel Kosik, Dialéctica de lo concreto, p. 201.)
2) En todo El capital Marx reitera hasta el cansancio que el ámbito del valor, del plusvalor, de la ganancia, etc., no se encuentra en el terreno material sino en el social: "En la medida en que se representa valor en el trigo, el trigo solo se considera como determinada cantidad de trabajo social objetivado, sin que interesen en lo más mínimo la materia particular en el que se representa ese trabajo o ese particular valor de uso de esa materia". (El capital, t. III, v. 8, p. 1040.) El espacio de la forma
material es el que corresponde a la forma natural, al valor de uso y al trabajo concreto y útil que lo produce, mientras que el del valor es el que corresponde a las formas sociales que son las que permiten captar la diferencialidad histórica: "Sean cuales fueren las formas sociales de la producción, sus factores son siempre los trabajadores y los medios de producción [...] La forma especial en la que se lleva a cabo esta combinación distingue las diferentes épocas económicas de la estructura social". (Ob. cit., t. II, v. 4, p. 43.)
En el tratamiento de estas formas sociales que son distintas de las formas materiales reside la crítica a la economía política, tanto a la clásica como a la neoclásica, las que prescinden de tal diferencia y subordinan las primeras a las segundas y obtienen por resultado de esta operación teórica formas de producción que serían comunes a todas las épocas, y por lo tanto la legitimación de la “eternidad” del modo de producción capitalista y de sus relaciones sociales.
Marx es su (tercer) mundo "hacia un socialismo no colonizado" Capítulo VII
Se sabe que en América y en el mundo la revolución vencerá, pero no es de revolucionarios sentarse a la puerta de su casa para ver pasar el cadáver del imperialismo. El papel de Job no cuadra con el de un revolucionario.
Segunda Declaración de La Habana 4 de febrero de 1962
En el comienzo fue la acción.
FAUSTO J. W. GOETHE
¿Cómo resistir la esclerosis dogmática? ¿Cómo garantizar que la filosofía marxista no se petrifique ni se momifique en una apología encubierta del orden existente? ¿Cómo recuperar la dimensión disruptiva achatada, vapuleada y puesta en sordina hasta el cansancio por la vulgata
de los manuales?
En primer lugar, pongámonos de acuerdo. No hay salida del laberinto si seguimos apelando a la envoltura ontologizante con que se cubrió y maniató el martillo crítico de Marx. La negatividad de la dialéctica solo puede golpear con toda su magnitud contra el poder si se la desgaja de la cosmología naturalista. Aferrarla a la pasión, a la voluntad, a la praxis colectiva de los miles de hombres y mujeres que luchan contra la explotación y la dominación. El capitalismo no caerá por mandato ineluctable de las semillas y los árboles ni del agua que hierve y pega un salto de cantidad en calidad. Dejemos esas puerilidades para la etapa
primitiva del marxismo, para el marxismo subdesarrollado.
Rescatemos de su filtro ontologizante la médula profundamente crítica y revolucionaria que caracteriza y define a esta filosofía, a este método, a esta concepción del mundo y de la vida.Para ello hoy resulta absolutamente imprescindible destacar el opacado y vilipendiado —como "idealista subjetivo"— lugar central que en ella ocupa la categoría de praxis. Praxis que no significa nada más que la acción y la actividad práctica humana de transformación del mundo objetual. Si el marxismo no apuesta al todo o nada en función de la práctica deja de ser revolucionario y se transforma en otra cosa. Si ello ocurriese, como decía Mariátegui, ya no es marxismo.
Si todos los problemas solo pueden ser planteados y comprendidos a partir de su relación con la actividad práctica humana, entonces el marxismo puede ser considerado con Gramsci como un humanismo absoluto. Humanismo que frente a toda tentación metafísica implicará
inexorable y contemporáneamente un historicismo también absoluto: "La filosofía de la praxis es el ‘historicismo’ absoluto, la mundanización y terrenalidad absoluta del pensamiento, un humanismo absoluto de la historia. En esta línea hay que excavar el filón de la nueva concepción del mundo", alertaba el italiano.
¿Que solo somos soportes de relaciones sociales?, ¿meros portadores de ideología?, ¿simples mensajeros de un discurso que tiene vida propia? Las modas pasan, los furores se disipan... Hoy debe reconocerse que los determinismos económicos, ideológicos, discursivos, no han logrado derribar con su lógica de hierro al régimen capitalista. Perdida la seguridad que otorgaban esas doctrinas donde el sujeto humano era un mero efecto de estructura —o de superestructura o de lenguaje o de discurso o de poder, etc.—, y su comportamiento podía describirse como se analiza el mecanismo físico de un reloj o el software de una computadora, todo se ha vuelto azar, discontinuidad, irracionalidad y fragmentación. El estructuralismo dio pie, en su fracaso, al posestructuralismo y este —¿para qué seguir creyendo en un centro estructural, que en definitiva sigue siendo sujeto?— al posmodernismo. Un viaje de ida, un itinerario previsible, cuya estación de salida afincaba en la tramposa seguridad absoluta de haber borrado al sujeto de la racionalidad histórica. El punto de llegada —¿podía ser de otro modo?— condujo no solo a eliminar teóricamente al sujeto sino también las estructuras, los centros y las determinaciones sobredeterminadas de las estructuras, e incluso a los grandes relatos totalizadores que pretendían aprehenderlas racionalmente. La frialdad del estructuralismo marxista derivó en el calor sofocante y pegajoso de la renuncia a todo proyecto
de emancipación. Un calor que apesta y ahoga. La dureza metálica de una historia sin sujeto, de un sujeto sujetado en los moldes de acero de las personificaciones históricas, dejó su lugar ahora ocupado por una blandura gelatinosa y babeante de "pensamiento débil" y moral
fláccida.
¿Y la praxis? ¿Y la política? ¿Y las luchas anticoloniales, de liberación nacional, antimperialistas, anticapitalistas, socialistas? ¿Y la revolución? Sí, la revolución. ¿Solo queda margen para las luchas fragmentarias, puntuales, corporativas, circunscriptas a los micromundos inmediatos de cada uno de los movimientos sociales? ¿No hay posibilidad de articular los múltiples sujetos en una totalidad integradora, tratando de que la riqueza de la diversidad no se convierta en fragmentación? Nuevamente... ¿y la praxis?
Precisemos, entonces, cuál es la significación de la expresión “envoltura ontologizante” — una feliz expresión de Adolfo Sánchez Vázquez— que hemos utilizado al caracterizar lo que fue la principal dirección filosófica del marxismo dogmático. El referente de este concepto apunta hacia la principal tendencia que reviste la filosofía del marxismo si es entendida como un materialismo dialéctico. Concebir el marxismo como tal implica seguir girando en torno del problema de los grados y las jerarquías ontológicas de lo real (“la materia”) así como la relación del ser con el pensar, o el de la naturaleza objetiva con el hombre. Problema que en la génesis histórica del DIAMAT, como ya hemos visto, fue originariamente formulado por Engels.
Con el objetivo de superar definitivamente esta tradición hermenéutica y las consecuencias políticas que de ella se derivan en la “deducción-aplicación” de los esquemas lógicos universales al terreno sociohistórico latinoamericano, intentaremos reconstruir el pensamiento marxiano centrándonos en su dimensión praxiológica. En esta otra dirección, la filosofía del marxismo ya no puede ser concebida como un materialismo dialéctico, pues su problema fundamental no es ni nunca ha sido ontológico (relación del ser con el pensamiento al margen de la práctica). En realidad es una filosofía de la praxis que aborda los problemas fundamentales de la filosofía y la política —sobre todo de la política, que es lo que más nos interesa— en relación con la actividad práctica humana, que pasa de esta manera a tener la primacía desde un punto de vista antropológico (puesto que el hombre se constituye a partir de, en y por la praxis), histórico (puesto que la historia no es más que la historia de la praxis humana y resultado contingente de la actividad de los seres humanos), gnoseológico (porque la práctica es el fundamento del comienzo, de los métodos y del fin del conocimiento, así como su criterio de verdad), ontológico (pues el problema de las relaciones entre el hombre y la naturaleza, o entre el pensamiento y el ser, no puede resolverse al margen de la praxis), económico (en tanto la economía no es más que el ámbito de las relaciones sociales de producción, distribución,
intercambio y consumo que los seres humanos establecen entre sí en el curso del desarrollo de su actividad histórica) y definitivamente político (pues el poder se constituye en el espacio social de las relaciones de fuerza entre los seres humanos y sus prácticas). Lo que articula esta inmensa y voluminosa cantidad de problemáticas —hoy abordadas por cada una de las disciplinas sociales— es la actividad humana. El sujeto humano en actividad es núcleo de verdad histórica, a condición de que no quede reducido al sujeto entendido como un individuo aislado, egoísta y mezquinamente calculador (el Robinson Crusoe del cual se reía Marx), cuya caricatura de racionalidad hoy han adoptado acríticamente los "marxistas" analíticos y todo el individualismo metodológico.
Un antecedente obligado al cual nos debemos remitir en el intento de repensar a Marx desde esta nueva perspectiva filosófica es la obra de aquel hereje comunista italiano, quien enfrentando la recientemente constituida “ortodoxia” denominó al marxismo —retomando la botella lanzada al mar por Labriola— “filosofía de la praxis”. Lo hizo por razones de censura carcelaria, pero también y sobre todo porque consideraba que la categoría central de su corpus teórico era la “praxis”. En los Cuadernos de la cárcel, Nino —como lo llamaban sus amigos y compañeros—cuestionaba la división de la filosofía de la praxis en dos pliegues doctrinarios mecánica y abstractamente separados: 1) una “doctrina de la historia y de la política” (el denominado “materialismo histórico”), y
2) una doctrina filosófica general (perteneciente a la tradición materialista, a la que se le agregaba el aditamento “dialéctico”). Esta separación mecánica no solo es identificable en el rudimentario DIAMAT sino también en el sofisticado pensamiento de Althusser. En uno y otro se intenta reconstruir la "filosofía ausente" en El capital: desde el materialismo ontológico uno, desde la epistemología estructural el otro. Pero en ambos hay separación.
En estos cuadernos —cuatro años posteriores a la proclamación del DIAMAT como filosofía oficial de la Internacional por parte de Bujarin y de la publicación de los Siete ensayos de nuestro Mariátegui—, Gramsci somete a crítica al autor de Teoría del materialismo histórico. En su critica sostiene que en Bujarin la doctrina de la política y la historia era concebida como la sociología del materialismo metafísico (o sea, la deducción-aplicación de los axiomas del materialismo en general al estudio de todas las sociedades). Sociología que debía ser construida teóricamente, según Bujarin, siguiendo el método de las ciencias naturales.
En cambio, Gramsci veía como inaudito que tal materialismo en general fuera concebido como una metafísica naturalista mecanicista válida para todo tiempo y todo lugar, lo que equivalía a considerarlo como "un universal abstracto fuera del tiempo y del espacio". La terminante caracterización gramsciana del “materialismo dialéctico” como una “metafísica” proviene de su concepción según la cual "escindida de la teoría de la historia y de la política, la filosofía no puede ser más que metafísica, mientras que la gran conquista en la historia del pensamiento moderno, representada por la filosofía de la praxis, es precisamente la
historización concreta de la filosofía y su identificación con la historia".
Leyendo desde hoy en día y desde nuestra realidad latinoamericana estas formulaciones gramscianas, ¿qué utilidad práctica tendría el marxismo desengachado de la política y la historia? Podría ser, sí, un instrumento cognoscitivo más —aséptico y neutralmente valorativo, como muchas veces se lo concibe en la Academia—, radicalmente ajeno a la praxis de
transformación. Pero si así fuese, si se convirtiera simplemente en uno de los tantos discursos que andan dando vueltas por allí —”que hay que tener en cuenta, por supuesto"...— y se abandonase definitivamente la vocación por el poder ¿seguiría siendo marxismo?; ¿por qué no cambiarle entonces de denominación?
La apuesta gramsciana implica que si es verdad que el marxismo se sustenta en el materialismo, este “nuevo materialismo” (como lo denomina Marx en la décima tesis sobre Feuerbach) no es una nueva metafísica teórica —una nueva praxis de la filosofía o un nuevo discurso de la ciencia, acumulativamente sumado a los anteriores— sino que constituye un materialismo praxiológico cualitativamente diferenciado del tradicional.
Es praxiológico en una doble dimensión: en primer lugar, porque concibe la relación del ser humano con el mundo como una relación activa, práctica, transformadora, y en segundo lugar, y principalmente, porque el pensamiento filosófico y teórico marxiano no pretende dar una nueva “interpretación del mundo” (aunque se la conciba como una nueva “práctica teórica”) sino que está dirigido centralmente a guiar la revolución social a través de uno de los polos privilegiados de la actividad humana: la praxis política revolucionaria, el ejercicio de la hegemonía. Aunque se lo quiera castrar, dándole una tarjeta de invitación para sentarlo a la mesa e integrarlo "democráticamente" al almuerzo equidistante de los otros discursos en danza, debemos apostar a romper esta comunión de los santos, esta tolerancia amistosa, esta (seductora) invitación al desarme. La praxis política tiene que seguir guiando seriamente nuestra reflexión. Si queremos continuar impugnando radicalmente el morboso festín de los satisfechos y los atragantados, no hay otra posibilidad.
Especifiquemos entonces los motivos que nos llevan a seguir empleando un término tan problemático como el de “materialismo”. Optamos por hacerlo porque la teoría de Marx prioriza en su explicación de los procesos sociales las condiciones materiales de existencia del hombre
en sociedad y sus actividades productivas en el nivel histórico-social. El materialismo remite a lo social, a lo histórico, no al elemento natural físico-químico. La materialidad de la que nos habla Marx es la de la praxis social.
Si el materialismo es entendido y circunscrito estrictamente en el nivel histórico-social y se lo concibe centrado en la praxis transformadora, no tiene ya nada que ver con el materialismo metafísico del DIAMAT (o el de Bujarin que critica Gramsci) que plantea la prioridad ontológica de la materia en sí, como “realidad objetiva” al margen del hombre y de su actividad práctica, por sobre el espíritu. Tampoco tiene ningún punto de intersección con el materialismo gnoseológico propio del realismo ingenuo que postula la primacía del mundo objetivo existente independientemente de cualquier sujeto que lo observa por sobre la conciencia que “lo refleja”. Los ejemplos pueriles de los manuales.
A partir de estas consideraciones sería oportuno repensar el status filosófico que corresponde a El capital y qué es lo que analiza Marx en él. Si su filosofía fuera “materialista” en el sentido tradicional de la palabra, entonces el objeto de El capital sería el estudio de la relación del ser humano con la naturaleza objetiva-material pensada a partir de la centralidad de la categoría de fuerzas productivas. A quien intente leerlo de este modo se le escapará completamente el objetivo que perseguía Marx, quien no por casualidad eligiera como subtítulo explicativo del libro la crítica de la economía política. ¡Cuánta actualidad tiene esa crítica en el mundo contemporáneo, cuando el horizonte social y cultural del capital y el reino de la religión mercantil todo lo inundan, todo lo atraviesan! ¡Cuánta actualidad en momentos en que hasta una importante porción de socialistas visualizan como eternamente insuperable la sociedad del mercado!
Esta crítica tiene como presupuesto la relación —abstracta y común a todas las épocas— del ser humano con la naturaleza a través del trabajo pero se despliega en otro nivel de determinación de mayor concreción que es el que le otorga su principal status filosófico: el de las formas sociales que adopta la praxis humana (1). Es solo a partir de la separación metodológica que realiza Marx entre “materia” y “forma social”(2)
de la actividad humana y de sus productos objetivados como este último puede realizar la crítica de la confusión ahistoricista en la que cae la economía política, estudiando al mismo tiempo los avatares históricos que reviste la praxis humana en el modo de producción capitalista. Luego, es lógico inferir que si bien su filosofía tiene como presupuesto la naturaleza y la relación que el hombre establece con ella, no obstante, su contenido principal se encuentra en la investigación de la actividad humana transformadora y de sus formas históricas diferenciales.
La gran fuerza hegemónica del capital, a fines del siglo XX y comienzos del XXI, reside justamente en haber convencido a millones —mediante el terror y el consenso— de que el capital y el modo de vida que conlleva no tienen historia. Son eternos, insuperables, ahistóricos. "Siempre hubo y siempre habrá ricos y pobres" reza un refrán popular, hijo de la derrota política. En la vida cotidiana, en cada una de las actividades de todos los días, en el trabajo, en el amor, en las profesiones, en el estudio, nos han convencido de que hay capitalismo para rato. Y en función de ello debemos adaptarnos y actuar. Como es obvio, lo único que resta es el "sálvese quien pueda... y si sobra algo es para mí". Allí reside el núcleo
último de la hegemonía cultural de los poderosos.
¿Acaso el marxismo como teoría política de la rebelión no debe intentar cuestionar esta "evidencia natural" hasta las últimas consecuencias? ¿No es esa su principal tarea en el orden teórico de este agitado comienzo de milenio?¿Es posible cuestionarla prescindiendo pues del historicismo?
1) Karel Kosik intenta explicar el modo de exposición del estudio de la praxis humana y de sus formas sociales que realiza Marx en El capital comparando su manera de abordar el problema con la de Hegel, Goethe, Novalis y Rousseau, y encontrando en todos ellos al igual que en Marx una forma simbólica común, “la odisea”: "El capital se manifiesta como la “odisea” de la praxis histórica concreta, la cual pasa desde su producto elemental del trabajo [la mercancía], a través de una serie de formas reales, en las que la actividad práctico espiritual de los hombres se objetiva y fija en la producción, y termina su peregrinación no con el conocimiento de lo que es por sí misma, sino con la acción práctica
revolucionaria.” (Karel Kosik, Dialéctica de lo concreto, p. 201.)
2) En todo El capital Marx reitera hasta el cansancio que el ámbito del valor, del plusvalor, de la ganancia, etc., no se encuentra en el terreno material sino en el social: "En la medida en que se representa valor en el trigo, el trigo solo se considera como determinada cantidad de trabajo social objetivado, sin que interesen en lo más mínimo la materia particular en el que se representa ese trabajo o ese particular valor de uso de esa materia". (El capital, t. III, v. 8, p. 1040.) El espacio de la forma
material es el que corresponde a la forma natural, al valor de uso y al trabajo concreto y útil que lo produce, mientras que el del valor es el que corresponde a las formas sociales que son las que permiten captar la diferencialidad histórica: "Sean cuales fueren las formas sociales de la producción, sus factores son siempre los trabajadores y los medios de producción [...] La forma especial en la que se lleva a cabo esta combinación distingue las diferentes épocas económicas de la estructura social". (Ob. cit., t. II, v. 4, p. 43.)
En el tratamiento de estas formas sociales que son distintas de las formas materiales reside la crítica a la economía política, tanto a la clásica como a la neoclásica, las que prescinden de tal diferencia y subordinan las primeras a las segundas y obtienen por resultado de esta operación teórica formas de producción que serían comunes a todas las épocas, y por lo tanto la legitimación de la “eternidad” del modo de producción capitalista y de sus relaciones sociales.
martes, 8 de enero de 2008
¿Qué hay detras de las alzas de aranceles en las universidades?
Por Mario Medina Valeria
Extraído de www.rebelion.org
Esta fecha se caracteriza por el consumo y el individualismo, también por la prueba de selección universitaria y por los aranceles para el próximo año que cobrarán las universidades. Situación que espanta a toda la sociedad chilena.Este fin de año depara muchas de estas cosas. Una de las que ya tenemos mucha información es sobre las alzas de los aranceles para los alumnos nuevos de las distintas casas de educación superior del país. El diario La Tercera del domingo 9 de diciembre reveló que en un 14% el alza de los aranceles de carreras de pregrado. Claro, estas alzas son distintas en las diferentes instituciones de educación superior, pero reflejan lo que ha sido una política constante de aumentos muy por sobre el IPC durante los últimos 7 u 8 años.Es interesante preguntarnos ¿Cuáles son los efectos tiene en la sociedad?, ¿Cuál es su reflejo en la realidad nacional?, ¿que hay detrás de estas alzas?, tal vez la pregunta mas importante que podríamos hacernos es ¿para que se usan estos recursos en las distintas instituciones de educación superior?. Muchas de estas preguntas serian fáciles de responder si en Chile existiera un sistema de educación superior con real fiscalización y compromiso del Estado, pero no lo es y por lo tanto buscar respuestas puede significar pasar largos periodos de tiempo en oscuros pasillos.Para lograr contestar alguna de estas preguntas es necesario ubicarnos en la realidad de Chile. La LOCE, aquella que la sociedad pidió a gritos cambiar por un nuevo marco legal que rompiera con las enormes diferencias del fracasado sistema educacional Chileno, consagra que las Instituciones de educación superior son sin fines de lucro.
CRÉDITOS Y MÁS CRÉDITOS
En los últimos años la oferta de créditos ha aumentado en cobertura a sectores medios con la creación de la ley de crédito privado con aval del Estado, se ha generado un sistema de aranceles de referencia para la asignación del fondo solidario por parte del MINEDUC que crece a un ritmo menor que los aranceles reales de las Universidades tradicionales. El sueldo mínimo en Chile es de 144.000 pesos y se esta discutiendo a nivel social la idea de un sueldo ético de 250 mil pesos. El IPC de este año bordea el 7%. Chile posee uno de los mayores índices de desigualdad del Mundo, con una repartición de la riqueza que permite que el 40% más pobre de la población sólo participe del 15% de los ingresos totales del país y el 10% más rico del 40%.Estos no son datos en el aire, sino que nos sirven para comprender el sin sentido o mejor dicho el sentido real de tantas alzas. El sistema de educación superior se ha dedicado a reproducir las desigualdades sociales del país, las mejores universidades del país se han elitizado económicamente y han generado tremendas barreras de entradas a los jóvenes con problemas sociales. Estas barreras están en primer lugar ligadas a los altos e inalcanzables aranceles de las carreras de pregrado y en segundo lugar vinculadas fundamentalmente a la doble exigencia académica de ingreso y permanencia que se les impone a los jóvenes con necesidad de ayuda económica.
JÓVENES Y POBREZA
Los jóvenes con necesidades de ayuda no solo deben superar los requisitos académicos para permanecer en su carrera sino que también deben cumplir con mayores requisitos académicos para mantener muchas de las ayudas económicas que reciben, en cambio los jóvenes que pueden pagar sus carreras solo deben cumplir con las exigencias para permanecer en sus carreras, ya que no necesitan mantener ayudas estudiantiles. A los pobres no sólo se les pide superar las desigualdades del sistema educacional básico y secundario, también se les pide mejor rendimiento académico para estudiar y mantenerse en la educación superior. ¿Por que no nos van a decir que un joven del primer quintil que pierde una beca por rendimiento puede continuar sus estudios? Otra de las razones es favorecer los sistemas de crédito, ¿cuantas familias deben endeudarse para cubrir los estudios de sus hijos?. Las ofertas de crédito parecen tan abundantes como instituciones de educación superior y los jóvenes sólo pueden acceder a las carreras e instituciones que su capacidad de endeudamiento les permita. Esto es evidente si vemos que el sueldo mínimo es de 144 mil pesos o que el sueldo promedio en Chile alcanza los 300 mil pesos, en ambos casos un joven no tendría como pagar los aranceles de medicina en la Universidad de Chile que hoy alcanzan a 3.388.968 pesos anuales y mucho menos los 4.814.763 de la misma carrera en la Universidad Finis Terrae. Si a él o alguien de su familia se le ocurre comer y vestirse, además de estudiar, la única opción es endeudarse, claro sólo si puede hacerlo. Esto tiene otra arista terrible, cuando dos jóvenes que provienen de condiciones socioeconómicas opuestas salen de la Universidad, lo hacen en condiciones muy desiguales, el joven de menores ingreso inicia su vida profesional con una enorme deuda acuesta, mientras el joven de una familia de ingresos altos lo hace sin deuda, esto sigue ampliando las diferencias sociales ya que esta demostrado que las redes sociales que tienen los jóvenes en sus escuelas y círculos sociales son las que les permiten acceder a trabajos mejor remunerados.Y por ultimo, que sucede con las Universidades tanto privadas como tradicionales con los recursos que reciben de los altos aranceles. ¿Es posible que entre las casas de estudio existan diferencias tan grandes en los costos de las carreras?, hay carreras que casi triplican el valor de la misma en otras casas de estudio.
EL NEGOCIO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR
Detrás de la educación superior se esconde un tremendo negocio, negocio que pareciera nadie preocuparse en esconder, pese a que la LOCE plantea que las instituciones de educación superior son sin fines de lucro. Los negocios se encuentran en los proyectos inmobiliarios y en las tremendas campañas publicitarias de estas instituciones, que cada año inundan con más publicidad los distintos espacios públicos de nuestras ciudades, tal vez seria bueno que el gobierno se preocupara en aclarar los vínculos de estos negocios con las Universidades. Pero, lo anterior se da en las instituciones privadas, ¿que pasa en las Universidades tradicionales?, en estas casas de estudio los mayores aranceles se utilizan para financiar el funcionamiento habitual de las distintas instituciones, supliendo el aporte del Estado por el endeudamiento de las familias de los jóvenes con necesidades socioeconómicas. Esto demuestra como el Estado ha dejado de lado a la educación superior, no sólo en materia de regulación, sino también en compromiso con el desarrollo equilibrado y sustentable de un sistema que sea capaz de acoger a todos los miembros de la sociedad y aportar a la construcción de un proyecto país.
EL DESAFÍO
Todo lo anterior nos plantea el desafío de avanzar en una política de financiamiento estudiantil que elimine las dobles exigencias académicas para los jóvenes que necesitan ayudas estudiantiles, que se avance en un sistema de cobertura total sin deuda para los jóvenes de menores recursos, un proceso de regulación y fiscalización más fuerte del Estado que permita terminar con el negocio tras la educación superior privada y evitar las alzas que atentan contra la democratización del ingreso y permanencia en dichas instituciones y por ultimo un mayor compromiso del Estado con el financiamiento de las instituciones públicas de educación superior.
El autor fue ex Vicepresidente de la FECH y actualmente es estudiante de Magíster en Política y Gobierno en la FLACSO. Colaborador permanente de Crónica Digital.
Extraído de www.rebelion.org
Esta fecha se caracteriza por el consumo y el individualismo, también por la prueba de selección universitaria y por los aranceles para el próximo año que cobrarán las universidades. Situación que espanta a toda la sociedad chilena.Este fin de año depara muchas de estas cosas. Una de las que ya tenemos mucha información es sobre las alzas de los aranceles para los alumnos nuevos de las distintas casas de educación superior del país. El diario La Tercera del domingo 9 de diciembre reveló que en un 14% el alza de los aranceles de carreras de pregrado. Claro, estas alzas son distintas en las diferentes instituciones de educación superior, pero reflejan lo que ha sido una política constante de aumentos muy por sobre el IPC durante los últimos 7 u 8 años.Es interesante preguntarnos ¿Cuáles son los efectos tiene en la sociedad?, ¿Cuál es su reflejo en la realidad nacional?, ¿que hay detrás de estas alzas?, tal vez la pregunta mas importante que podríamos hacernos es ¿para que se usan estos recursos en las distintas instituciones de educación superior?. Muchas de estas preguntas serian fáciles de responder si en Chile existiera un sistema de educación superior con real fiscalización y compromiso del Estado, pero no lo es y por lo tanto buscar respuestas puede significar pasar largos periodos de tiempo en oscuros pasillos.Para lograr contestar alguna de estas preguntas es necesario ubicarnos en la realidad de Chile. La LOCE, aquella que la sociedad pidió a gritos cambiar por un nuevo marco legal que rompiera con las enormes diferencias del fracasado sistema educacional Chileno, consagra que las Instituciones de educación superior son sin fines de lucro.
CRÉDITOS Y MÁS CRÉDITOS
En los últimos años la oferta de créditos ha aumentado en cobertura a sectores medios con la creación de la ley de crédito privado con aval del Estado, se ha generado un sistema de aranceles de referencia para la asignación del fondo solidario por parte del MINEDUC que crece a un ritmo menor que los aranceles reales de las Universidades tradicionales. El sueldo mínimo en Chile es de 144.000 pesos y se esta discutiendo a nivel social la idea de un sueldo ético de 250 mil pesos. El IPC de este año bordea el 7%. Chile posee uno de los mayores índices de desigualdad del Mundo, con una repartición de la riqueza que permite que el 40% más pobre de la población sólo participe del 15% de los ingresos totales del país y el 10% más rico del 40%.Estos no son datos en el aire, sino que nos sirven para comprender el sin sentido o mejor dicho el sentido real de tantas alzas. El sistema de educación superior se ha dedicado a reproducir las desigualdades sociales del país, las mejores universidades del país se han elitizado económicamente y han generado tremendas barreras de entradas a los jóvenes con problemas sociales. Estas barreras están en primer lugar ligadas a los altos e inalcanzables aranceles de las carreras de pregrado y en segundo lugar vinculadas fundamentalmente a la doble exigencia académica de ingreso y permanencia que se les impone a los jóvenes con necesidad de ayuda económica.
JÓVENES Y POBREZA
Los jóvenes con necesidades de ayuda no solo deben superar los requisitos académicos para permanecer en su carrera sino que también deben cumplir con mayores requisitos académicos para mantener muchas de las ayudas económicas que reciben, en cambio los jóvenes que pueden pagar sus carreras solo deben cumplir con las exigencias para permanecer en sus carreras, ya que no necesitan mantener ayudas estudiantiles. A los pobres no sólo se les pide superar las desigualdades del sistema educacional básico y secundario, también se les pide mejor rendimiento académico para estudiar y mantenerse en la educación superior. ¿Por que no nos van a decir que un joven del primer quintil que pierde una beca por rendimiento puede continuar sus estudios? Otra de las razones es favorecer los sistemas de crédito, ¿cuantas familias deben endeudarse para cubrir los estudios de sus hijos?. Las ofertas de crédito parecen tan abundantes como instituciones de educación superior y los jóvenes sólo pueden acceder a las carreras e instituciones que su capacidad de endeudamiento les permita. Esto es evidente si vemos que el sueldo mínimo es de 144 mil pesos o que el sueldo promedio en Chile alcanza los 300 mil pesos, en ambos casos un joven no tendría como pagar los aranceles de medicina en la Universidad de Chile que hoy alcanzan a 3.388.968 pesos anuales y mucho menos los 4.814.763 de la misma carrera en la Universidad Finis Terrae. Si a él o alguien de su familia se le ocurre comer y vestirse, además de estudiar, la única opción es endeudarse, claro sólo si puede hacerlo. Esto tiene otra arista terrible, cuando dos jóvenes que provienen de condiciones socioeconómicas opuestas salen de la Universidad, lo hacen en condiciones muy desiguales, el joven de menores ingreso inicia su vida profesional con una enorme deuda acuesta, mientras el joven de una familia de ingresos altos lo hace sin deuda, esto sigue ampliando las diferencias sociales ya que esta demostrado que las redes sociales que tienen los jóvenes en sus escuelas y círculos sociales son las que les permiten acceder a trabajos mejor remunerados.Y por ultimo, que sucede con las Universidades tanto privadas como tradicionales con los recursos que reciben de los altos aranceles. ¿Es posible que entre las casas de estudio existan diferencias tan grandes en los costos de las carreras?, hay carreras que casi triplican el valor de la misma en otras casas de estudio.
EL NEGOCIO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR
Detrás de la educación superior se esconde un tremendo negocio, negocio que pareciera nadie preocuparse en esconder, pese a que la LOCE plantea que las instituciones de educación superior son sin fines de lucro. Los negocios se encuentran en los proyectos inmobiliarios y en las tremendas campañas publicitarias de estas instituciones, que cada año inundan con más publicidad los distintos espacios públicos de nuestras ciudades, tal vez seria bueno que el gobierno se preocupara en aclarar los vínculos de estos negocios con las Universidades. Pero, lo anterior se da en las instituciones privadas, ¿que pasa en las Universidades tradicionales?, en estas casas de estudio los mayores aranceles se utilizan para financiar el funcionamiento habitual de las distintas instituciones, supliendo el aporte del Estado por el endeudamiento de las familias de los jóvenes con necesidades socioeconómicas. Esto demuestra como el Estado ha dejado de lado a la educación superior, no sólo en materia de regulación, sino también en compromiso con el desarrollo equilibrado y sustentable de un sistema que sea capaz de acoger a todos los miembros de la sociedad y aportar a la construcción de un proyecto país.
EL DESAFÍO
Todo lo anterior nos plantea el desafío de avanzar en una política de financiamiento estudiantil que elimine las dobles exigencias académicas para los jóvenes que necesitan ayudas estudiantiles, que se avance en un sistema de cobertura total sin deuda para los jóvenes de menores recursos, un proceso de regulación y fiscalización más fuerte del Estado que permita terminar con el negocio tras la educación superior privada y evitar las alzas que atentan contra la democratización del ingreso y permanencia en dichas instituciones y por ultimo un mayor compromiso del Estado con el financiamiento de las instituciones públicas de educación superior.
El autor fue ex Vicepresidente de la FECH y actualmente es estudiante de Magíster en Política y Gobierno en la FLACSO. Colaborador permanente de Crónica Digital.
lunes, 24 de diciembre de 2007
El rey de los golpistas
Por Horacio Lira Teillery
El sí sabe de silencios ominosos: Juan Carlos de Borbón y Borbón se llama el Jefe de Estado del anacrónico “Reino” de España. Fue elegido por Dios y algunos de sus ángeles(1) para ejercer su alto cargo por el que cobra 9 millones de euros al año(2), lamió con fruición las botas del dictador fascista Francisco Franco, y guardó un cauteloso silencio durante la asonada golpista del coronel Tejero(3).
Poca gente recuerda ya las andanzas del teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero. Menos aún son los que recuerdan los detalles de aquellos acontecimientos que sacudieron a España ese aciago día de febrero de 1981 en que un oscuro y zafio personajillo saltó a la erostrática fama de los criminales(4).
¿Por qué el señor Jefe de Estado español se sintió tocado por las palabras del Presidente Chávez, en circunstancias que estas no estaban referidas a su mayestática persona? ¿Por qué este noble caballero se siente interpelado por la palabra FASCISTA?
Era el 23 de febrero de 1981. A las 18 horas comenzaba la ceremonia de elección del nuevo Primer Ministro, Sr. Leopoldo Calvo Sotelo(5), la que fue abruptamente interrumpida por la violenta irrupción de un grupo de guardias civiles armados, quienes mantuvieron secuestrados a todos los diputados del Parlamento Español hasta altas horas de la madrugada, mientras esperaban los resultados obtenidos por el resto de los conjurados en Valencia y Madrid, principalmente. ¿Qué hizo mientras tanto el Príncipe Campanita(6), a esas alturas ya auto investido Rey por mandato divino? En lugar de usar inmediatamente los medios de comunicación públicos para desautorizar a los facciosos, guardó silencio durante ¡SIETE HORAS! y recién entonces -disfrazado de generalísimo de las Fuerzas Armadas-, anunció que el golpe había sido conjurado. En realidad, los generales Armada y Milans del Bosch habían fracasado en su intento de arrastrar a las unidades militares bajo su mando.
El señor de Borbón y Borbón sabe callar cuando la prudencia lo aconseja, y por eso es que la prensa de la oligarquía chilena -con El Mercurio(7) a la cabeza- e hispano americana, se refocila con la perentoria orden de callar que le espetó a Chávez.
Debió haber dicho: “¿Por qué no actúas cobarde y mezquinamente? ¡¿Por qué no te callas como yo?!”
1- Los del ala derecha del Coro celestial, pues al resto ni siquiera se le preguntó. Lucifer contó los votos.
Poca gente recuerda ya las andanzas del teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero. Menos aún son los que recuerdan los detalles de aquellos acontecimientos que sacudieron a España ese aciago día de febrero de 1981 en que un oscuro y zafio personajillo saltó a la erostrática fama de los criminales(4).
¿Por qué el señor Jefe de Estado español se sintió tocado por las palabras del Presidente Chávez, en circunstancias que estas no estaban referidas a su mayestática persona? ¿Por qué este noble caballero se siente interpelado por la palabra FASCISTA?
Era el 23 de febrero de 1981. A las 18 horas comenzaba la ceremonia de elección del nuevo Primer Ministro, Sr. Leopoldo Calvo Sotelo(5), la que fue abruptamente interrumpida por la violenta irrupción de un grupo de guardias civiles armados, quienes mantuvieron secuestrados a todos los diputados del Parlamento Español hasta altas horas de la madrugada, mientras esperaban los resultados obtenidos por el resto de los conjurados en Valencia y Madrid, principalmente. ¿Qué hizo mientras tanto el Príncipe Campanita(6), a esas alturas ya auto investido Rey por mandato divino? En lugar de usar inmediatamente los medios de comunicación públicos para desautorizar a los facciosos, guardó silencio durante ¡SIETE HORAS! y recién entonces -disfrazado de generalísimo de las Fuerzas Armadas-, anunció que el golpe había sido conjurado. En realidad, los generales Armada y Milans del Bosch habían fracasado en su intento de arrastrar a las unidades militares bajo su mando.
El señor de Borbón y Borbón sabe callar cuando la prudencia lo aconseja, y por eso es que la prensa de la oligarquía chilena -con El Mercurio(7) a la cabeza- e hispano americana, se refocila con la perentoria orden de callar que le espetó a Chávez.
Debió haber dicho: “¿Por qué no actúas cobarde y mezquinamente? ¡¿Por qué no te callas como yo?!”
1- Los del ala derecha del Coro celestial, pues al resto ni siquiera se le preguntó. Lucifer contó los votos.
2- Algo así como 18 millones de pesos chilenos diarios.
3- Malas lenguas insinúan que su silencio fue más de complicidad que de cautela.
4- Erósrato era un pobre diablo de la Antigüedad que para hacerse famoso no halló nada mejor que incendiar el Templo de Artemisa en la ciudad de Éfesos. Su nombre se usa en referencia a quienes se hacen célebres por su estupidez o por sus crímenes.
5- Si este nombre no le recuerda algo al lector, sepa que el líder del sedicioso partido monárquico -ajusticiado durante la República-, se llamaba José Calvo Sotelo. Era su tío.
6-Le decían así por el sonido de las campanas: ton-tin, ton-tin.
7-Este diario, conocido también como El Perjurio, forma parte de la red de desestabilización de los gobiernos democráticos de Suramérica. Se caracteriza por llevar la batuta de la maledicencia contra todo lo que huela a intereses populares.
7-Este diario, conocido también como El Perjurio, forma parte de la red de desestabilización de los gobiernos democráticos de Suramérica. Se caracteriza por llevar la batuta de la maledicencia contra todo lo que huela a intereses populares.
sábado, 8 de diciembre de 2007
Elementos de la filosofía socialista para una interpretación de libertad
Por Moisés Escobar Bahamondes
Cuando hablamos de libertad, debemos argumentar su fundamento, en que soportes puede ser sostenida. Cuando argumentamos en pro de la libertad por regla general lo hacemos partiendo de la creencia de ser libres, es decir, del testimonio registrado en nuestra conciencia de ser libres, la confianza en que todos nuestros actos y decisiones las hemos sopesado y adoptado por nosotros mismos. La idea fue refutada hace cuatro siglos por Baruch Spinoza. Así mismo acudimos a argumentos de índole político-social para justificar, tal como la existencia empírica de instituciones que precisan de la libertad humana para su constitución.
La libertad hasta ahora es una creencia. No sabemos a ciencia cierta si somos libres o estamos determinados. Por ahora dejaremos este punto en estado suspensivo, realizaremos un necesario paréntesis hasta el momento idóneo para desarrollarlo con mayor profundidad.
Si no podemos fundar la libertad en algún respaldo, al menos intentemos definirla, cosa más sencilla que incursionar en la búsqueda de su hontanar. Por libertad consideraremos la facultad -históricamente creída por los hombres- de elegir entre diversas alternativas que se presentan, de manera autónoma, con conciencia por parte del hombre de las circunstancias reales que las rodean. En otras palabras, la libertad viene directamente concatenada al conocimiento que tengamos de lo a-elegir, es decir, de la serie de condiciones no determinadas por el individuo. Ahora, un concepto radical de libertad, sería no sólo el de elegir entre las opciones que determinadas circunstancias imponen al sujeto, sino también el conocimiento orientado para cambiar dichas circunstancias, de modo que se puedan abrir nuevos senderos por y para la humanidad.
El concepto aporta un elemento importantísimo, que es el del conocimiento. Para elegir entre las alternativas dadas por el sistema de condiciones impuestas súper-individualmente, se debe tener asumidas o al menos por conocidas las reglas -por básicas que sean- de tráfico mutuo, es decir, las reglas del juego, la normatividad básica a la cual debe someterse, siendo impuesto aún sin que la voluntad del sujeto mediara. Para superar así mismo las circunstancias, se debe tener conciencia de todas éstas y de su sistema de relaciones.
El hombre hasta ahora sigue siendo un ser determinado, en cuanto ser enajenado inconciente de dichas circunstancias, pues sólo es conciente de las ideologías que rodean a la circunstancia misma, es decir, capta de un modo invertido el objeto, no asume para sí el objeto, sino la ideologización de este. Ello se manifiesta por ejemplo en la publicidad, la propagánda política y el marketing, tres formas de generar una falsa imagen, un concepto invertido de la realidad y de las necesidades en el capitalismo. En dicho estado el sujeto se encuentra mutilado de su subjetividad misma, pasa él a ser objeto de estructuras que le vencen, objeto de un poder ajeno que se muestra invencible como el Cáucaso a Prometeo encadenado. La subjetividad, es decir, la cualidad del sujeto histórico implica aptitud de transformar la realidad y de superar las circunstancias, pero dicha praxis se ve imposibilitada sin conciencia del objeto a transformar.
La libertad hasta ahora es una creencia. No sabemos a ciencia cierta si somos libres o estamos determinados. Por ahora dejaremos este punto en estado suspensivo, realizaremos un necesario paréntesis hasta el momento idóneo para desarrollarlo con mayor profundidad.
Si no podemos fundar la libertad en algún respaldo, al menos intentemos definirla, cosa más sencilla que incursionar en la búsqueda de su hontanar. Por libertad consideraremos la facultad -históricamente creída por los hombres- de elegir entre diversas alternativas que se presentan, de manera autónoma, con conciencia por parte del hombre de las circunstancias reales que las rodean. En otras palabras, la libertad viene directamente concatenada al conocimiento que tengamos de lo a-elegir, es decir, de la serie de condiciones no determinadas por el individuo. Ahora, un concepto radical de libertad, sería no sólo el de elegir entre las opciones que determinadas circunstancias imponen al sujeto, sino también el conocimiento orientado para cambiar dichas circunstancias, de modo que se puedan abrir nuevos senderos por y para la humanidad.
El concepto aporta un elemento importantísimo, que es el del conocimiento. Para elegir entre las alternativas dadas por el sistema de condiciones impuestas súper-individualmente, se debe tener asumidas o al menos por conocidas las reglas -por básicas que sean- de tráfico mutuo, es decir, las reglas del juego, la normatividad básica a la cual debe someterse, siendo impuesto aún sin que la voluntad del sujeto mediara. Para superar así mismo las circunstancias, se debe tener conciencia de todas éstas y de su sistema de relaciones.
El hombre hasta ahora sigue siendo un ser determinado, en cuanto ser enajenado inconciente de dichas circunstancias, pues sólo es conciente de las ideologías que rodean a la circunstancia misma, es decir, capta de un modo invertido el objeto, no asume para sí el objeto, sino la ideologización de este. Ello se manifiesta por ejemplo en la publicidad, la propagánda política y el marketing, tres formas de generar una falsa imagen, un concepto invertido de la realidad y de las necesidades en el capitalismo. En dicho estado el sujeto se encuentra mutilado de su subjetividad misma, pasa él a ser objeto de estructuras que le vencen, objeto de un poder ajeno que se muestra invencible como el Cáucaso a Prometeo encadenado. La subjetividad, es decir, la cualidad del sujeto histórico implica aptitud de transformar la realidad y de superar las circunstancias, pero dicha praxis se ve imposibilitada sin conciencia del objeto a transformar.
En cuanto toma conciencia no sólo de las reglas de tráfico mutuo y de las ideologías que rodean a ellas y al objeto, sino de las circunstancias mismas, del objeto mismo, y de la relación real, el hombre se libera como individuo, y si actúa para cambiarlas, hay no sólo una transformación intracraneal, una iluminación respecto al mundo, un reflejo basto del mundo en la conciencia, sino una conciencia universal de la humanidad, que le posibilita la destrucción y liberación de dichas circunstancias -y la implantación de unas nuevas más acordes con el desarrollo del hombre para el hombre-. Esto se hace manifiesto al observar procesos históricos de revolución social, en los que las clases triunfadoras remueven las instituciones, las trabas políticas, jurídicas y económicas. La revolución es el acto de libertad del hombre en cuanto ser genérico, en cuanto especie. Ahora, sólo una revolución será liberación para la humanidad en cuanto las trabas todas sean removidas, y como condición para esta revolución, se necesita que de una vez los hombres adquieran conciencia total de las condiciones de su dominación, así como de los medios para su liberación.
Las escuelas escocesa y autríaca promueven una actitud de quietismo y de conformidad con las condiciones sociales, políticas y jurídicas, las legitima bajo el velo de supuesto “orden natural”, siendo que dicho orden ha sido creado por hombres, y no por cualquier clase de hombres, sino por hombres participantes de un movimiento social, de un proceso histórico, y pertenecientes a una clase social y a un bloque histórico identificable, la burguesía. Cuando dicen los liberales y neoliberales que el hombre ya es libre, sólo lo observan bajo la perspectiva de las condiciones actuales generadas, de circunstancias impuestas por la clase burguesa. Cuando hablan de conciencia del mundo, lo hacen desde su propia conciencia, desde su propia forma de ver el mundo, cuestionando e “historificando” lo pasado, y des-historificando el presente, legitiman la estructura social, su proyecto de dominación y las condiciones de vida actual. El sujeto sólo adquiere conciencia revolucionaria –es decir conciencia real y práctica- al criticar la estructura burguesa, transformando su status cultural, desde un estado perenne, a un momento superable de la historia humana, y actuando como sujeto revolucionario, es decir, ser lo que se piensa, actuar de acuerdo a la conciencia real.
En conclusión, la enajenación mantiene al hombre determinado dentro del marco que le ha sido impuesto por el régimen social. La libertad en este caso, sólo puede entenderse, partiendo de su propia conciencia, como elección de lo que ya ha sido impuesto al sujeto por un poder ajeno. En cambio si se entiende desde una nueva conciencia, la libertad sólo puede entenderse racionalmente como práctica revolucionaria.[1]
Enajenación es el estado en que el hombre se halla; al estar dominado por un poder ajeno, al encontrarse envilecido por una falsa conciencia, y por consiguiente no les deja conocer más allá de la imagen que ese poder ajeno le hace patente sobre el objeto, conservandole en ignorancia respecto de las circunstancias reales. Bajo esta perspectiva, la libertad como decíamos anteriormente, es sólo un elegir entre alternativas ya impuestas. Ir más allá de éstas implica habitar en un estado de segregación, de rechazo, un estado antisocial. Nos enseñan desde la familia y la escuela a comportarnos según las pautas, a seguirlas, a no cuestionar; pero al mismo tiempo, siempre uno que otro individuo falla y pasa a encabezar las filas de los enemigos del sistema. Para estos existe un régimen especial de enfilamiento, de cuadración, de resocialización, de reeducación, de readaptación. Parte de este aparato son las clínicas psiquiátricas, las cárceles y la misma marginación del trabajo de muchos intelectuales críticos, así como la segregación del sistema político de los partidos que promueven una alternativa revolucionaria. Conforme a esta práctica de reeducar al desviado, esta ortopedia social opera introyectando e imponiendo al sujeto -ahora objeto de reeducación- una serie de pautas conductuales de modo que este olvide su anterior rebeldía, su pasada disidencia, y asuma para sí todo el contenido para él formulado en normas de sana convivencia y de bien común, todas estas elaboradas por los alquimistas de la ideología, los jenizaros del capital, los operadores de la ortopedia social, los pedágogos, criminólogos, psicólogos, funcionarios del magisterio punitivo, periodistas, "trabajadores sociales" y toda la gama de profesionales y técnicos "humanistas" y de las ciencias sociales que se ven constreñidos a laborar en dichos puestos debido a la falta de demanda de mano de obra para estas profesiones. Así mismo este sistema de selección de "predicadores y capellanes de la ideología" se impone sobre personas que tienen una especial sensibilidad de izquierda, lo cual le resta a las fuerzas revolucionarias cuadros importantísimos.
El liberalismo promueve un ámbito de libertades tanto públicas como privadas. Dentro de las primeras, consideramos los derechos de asociación y de creación de partidos políticos, de reunión, de participación en el escenario político, de opinión, libertad de prensa, de información y de educación, entre otras. En el ámbito privado, tenemos la libre contratación, la libre adquisición de la propiedad y la libre disposición, uso y goce de la propiedad (derecho de propiedad), entre otras. Lo que hacen es declarar ciertos derechos y libertades a través de un marco jurídico objetivo (codificación y constitucionalismo), y generar mecanismos judiciales y administrativos para su garantía efectiva. Separan al hombre ciudadano del hombre privado, separan derecho privado del público, cercenan la realidad entre un ámbito ideal donde todos somos iguales[2], del ámbito de las relaciones privadas, donde reina la ley del más fuerte. Por cierto que gracias a las luchas emprendidas por la clase proletaria a fines del siglo XIX y por todo el XX, se establecieron mecanismos jurídicos que permitían a esta clase reconocimiento en el derecho y entrar en un plano de relativa igualdad con la burguesía al menos en lo referente al derecho del trabajo. Sin embargo, debido a la reacción neoliberal de los últimos 30 años, tales conquistas han sido en su mayoría destruidas -ayudada la clase dominante por un ejército de intelectuales y militares golpistas- y peor aún, la permanente unión del proletariado se ha desmantelado, implantando el tipo ideal consumista y competitivo.
Como vemos, el derecho privado nos muestra un mundo ideal de individuos que contratan entre sí con libertad y plena conciencia de las circunstancias que lo rodean. El derecho público nos muestra un mundo igualmente ideal en que los hombres participan con igualdad de condiciones y con plenas libertades públicas.
Marx considera al hombre como un ser libre, como un fin en sí mismo, y la gran diferencia con los otros filósofos ilustrados[3] es que se propone realizar estos postulados procedentes de la ilustración en la realidad misma del hombre. No se queda en los discursos y las palabras, sino llama a la acción. La dignidad humana no tiene tiempo de espera, hay que acudir en su ayuda. Así mismo, considera que la libertad humana es hasta tal punto la esencia del hombre, que hasta sus oponentes lo comprenden. Ningún hombre lucha contra “La” libertad; en todo caso, lucha contra la libertad de otros. El hombre para Marx es hasta tal punto fin en sí mismo, y no un medio útil para realizar un fin, que amplia tal concepción, afirmando que la naturaleza humana del hombre nunca debe convertirse en medio para la existencia individual. Es por ello que el socialismo es el orden social en que el hombre socializado, los productores asociados regulen racionalmente su intercambio de materias con la naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de dejarse dominar por él como un poder ciego. Todo lo contrario al “socialismo real soviético”, al Estado benefactor y al “capitalismo real”, que es el neoliberalismo.
Está claro que la libertad “ya existe”. En realidad existe desde que el hombre existe. En algunas épocas ha existido como privilegio especial de la nobleza, en otras como fuero frente al poder real, en otras como revolución contra el orden establecido que impide o coarta la libertad, en otras como despotismo autoritario (el único libre es el rey), y en otras como derecho universal. Todas estas son diversas formas, manifestaciones político-jurídicas de como la libertad ha existido en la historia del hombre. ¿Entonces que pretenderá el socialismo si la libertad ya existe como un derecho universal en los diversos textos de garantía? Pues justamente que el acto mediante el cual el hombre produce su propia vida -el trabajo- sea libre. Toda actividad transformadora de la realidad, toda actividad productiva del hombre, toda praxis, son para él trabajo, y son siempre relaciones mutuamente transformadoras entre la naturaleza y los hombres, y también entre los hombres mismos. En la realización de dichas actividades, el hombre se siente viviendo como hombre. No sirve de nada la racionalidad si no es empleada, la capacidad de amar si no se realiza en un acto de amor hacia un objeto amado, el intelecto si es aplicado, el trabajo si no es ejercido para cambiar el mundo y al sujeto mismo. No basta con que el hombre tenga en abstracto dichas “capacidades”, debe realizarlas para realizar su ser como hombre. De ahí podemos atisbar la herencia hegeliana en sus escritos, el sentido que le da a la libertad no como un estado natural al sujeto, sino como conquista y resultado de una lucha.
De todos modos cabe señalar; para que estas manifestaciones del ser humano realmente sean sus manifestaciones auténticas, una exteriorización de su ser, éstas deben ser desenajenadas es decir, que agoten su fin en sí mismas y no se transformen en medios para otros fines. No es lo mismo el amor que la prostitución, el trabajo asalariado que el trabajo creador, el arte para ganar dinero o el sometido a mecenazgo que el arte para sí. A fin de cuentas, toda manifestación del hombre debe completar su fin en él mismo, y no estar sometidas a un poder extraño al mismo hombre. Estas manifestaciones son el modo de existir del hombre en el mundo. Un hombre no manifestado en hombres como en objetos, es un hombre que está fuera del hombre, un hombre fuera del mundo, una muerte prematura. El hombre pleno es aquel que maneja sus fuerzas y potencialidades inherentes concientemente y de forma creadora, como verdaderas manifestaciones de su ser. En esta expresión de energías humanas, el hombre cambia su mundo, lo humaniza, así como también el mismo se ve transformado por el objeto de su obra. Él ya no es el mismo, y el mundo tampoco lo es.
En la sociedad burguesa la necesidad de dinero abarca y acalla toda otra necesidad. Se transforma en moneda de cambio de toda manifestación y potencia creadora del hombre. El dinero hace del feo hermoso, del odiado amado, del mezquino generoso, del ignorante sabio. Toda expresión creadora del hombre en esta sociedad sólo crea valor, valor que es intercambiable por otras manifestaciones. Es la prostituta universal[4].
Marx no se dirige a la “libertad de”, sino a la “libertad para”, es decir, escapa de la mera declaración o reconocimiento de libertades jurídicas sino pretende algo más radical, que existan las condiciones de vida reales para que el individuo pueda realizar su libertad. Para que existan dichas condiciones de vida que permitan el despliegue humano, es forzoso generar un sistema de producción, una base económica que permita al hombre hacer de la vida su dedicación principal y no hacer de la subsistencia individual su principal dedicación, como ocurre hasta nuestros días, donde el trabajo para gran parte de la población es trabajo forzado,[5] siendo toda esta realidad ocluida y velada por la posición ideológica que plantea al hombre sólo motivado por sus afanes más groseros y subcorticales, reduciéndolo todo al principio de la utilidad, en las llamadas leyes de mercado, y que en el mundo social debe ser constreñido, compulsado por sus necesidades, las cuales son bien manejadas por sus sicofantes, los sacerdotes de la publicidad.
Para la consecución de este fin al cual denomina comunismo, es necesario un proceso previo de avance científico y técnico que permita al hombre adquirir conciencia certera de la naturaleza y que le permita sacarle partido a sus potencialidades. Este avance ya está en proceso vertiginoso de aceleración desde la revolución industrial, que es la primera y más permanente aplicación de la ciencia moderna a la actividad productiva.
Por otro lado, aboga por un hombre que tenga conciencia de las circunstancias, por un hombre multidimensional, y no el unidimensional del que habla H. Marcuse a propósito del consumidor-trabajador.
[1] III Tesis sobre Feuerbach, Carlos Marx, Apéndice de “Ludwig Feuerbach y el fin de la Filosofía clásica Alemana”, Federico Engels, Ediciones en lenguas Extranjeras, Moscú, URSS.
[2] Hasta hace poco esto siquiera fue efectivamente respetado, a través del sufragio censitario, la prohibición para la mujer de votar, ilegalización de agrupaciones políticas proletarias, prácticas de cohecho, Golpes de Estado a gobiernos democráticos y socialistas, etc.
[3] Recordemos que gran parte de los “ilustrados” franceses eran como Voltaire deterministas y como Diderot mecanicistas.
[4] William Shakespeare, Timón de Atenas, , Editorial Planeta, impreso por Rodesa, Madrid España, 2000.
[5] Carlos Marx, Manuscritos económico-filosóficos, apéndice de “Marx y su concepto del hombre”, Erich Fromm, primera edición en español 1962, decimonona reimpresión 2005, traducción de Julieta Campos, Fondo de Cultura Económica, México.
Las escuelas escocesa y autríaca promueven una actitud de quietismo y de conformidad con las condiciones sociales, políticas y jurídicas, las legitima bajo el velo de supuesto “orden natural”, siendo que dicho orden ha sido creado por hombres, y no por cualquier clase de hombres, sino por hombres participantes de un movimiento social, de un proceso histórico, y pertenecientes a una clase social y a un bloque histórico identificable, la burguesía. Cuando dicen los liberales y neoliberales que el hombre ya es libre, sólo lo observan bajo la perspectiva de las condiciones actuales generadas, de circunstancias impuestas por la clase burguesa. Cuando hablan de conciencia del mundo, lo hacen desde su propia conciencia, desde su propia forma de ver el mundo, cuestionando e “historificando” lo pasado, y des-historificando el presente, legitiman la estructura social, su proyecto de dominación y las condiciones de vida actual. El sujeto sólo adquiere conciencia revolucionaria –es decir conciencia real y práctica- al criticar la estructura burguesa, transformando su status cultural, desde un estado perenne, a un momento superable de la historia humana, y actuando como sujeto revolucionario, es decir, ser lo que se piensa, actuar de acuerdo a la conciencia real.
En conclusión, la enajenación mantiene al hombre determinado dentro del marco que le ha sido impuesto por el régimen social. La libertad en este caso, sólo puede entenderse, partiendo de su propia conciencia, como elección de lo que ya ha sido impuesto al sujeto por un poder ajeno. En cambio si se entiende desde una nueva conciencia, la libertad sólo puede entenderse racionalmente como práctica revolucionaria.[1]
Enajenación es el estado en que el hombre se halla; al estar dominado por un poder ajeno, al encontrarse envilecido por una falsa conciencia, y por consiguiente no les deja conocer más allá de la imagen que ese poder ajeno le hace patente sobre el objeto, conservandole en ignorancia respecto de las circunstancias reales. Bajo esta perspectiva, la libertad como decíamos anteriormente, es sólo un elegir entre alternativas ya impuestas. Ir más allá de éstas implica habitar en un estado de segregación, de rechazo, un estado antisocial. Nos enseñan desde la familia y la escuela a comportarnos según las pautas, a seguirlas, a no cuestionar; pero al mismo tiempo, siempre uno que otro individuo falla y pasa a encabezar las filas de los enemigos del sistema. Para estos existe un régimen especial de enfilamiento, de cuadración, de resocialización, de reeducación, de readaptación. Parte de este aparato son las clínicas psiquiátricas, las cárceles y la misma marginación del trabajo de muchos intelectuales críticos, así como la segregación del sistema político de los partidos que promueven una alternativa revolucionaria. Conforme a esta práctica de reeducar al desviado, esta ortopedia social opera introyectando e imponiendo al sujeto -ahora objeto de reeducación- una serie de pautas conductuales de modo que este olvide su anterior rebeldía, su pasada disidencia, y asuma para sí todo el contenido para él formulado en normas de sana convivencia y de bien común, todas estas elaboradas por los alquimistas de la ideología, los jenizaros del capital, los operadores de la ortopedia social, los pedágogos, criminólogos, psicólogos, funcionarios del magisterio punitivo, periodistas, "trabajadores sociales" y toda la gama de profesionales y técnicos "humanistas" y de las ciencias sociales que se ven constreñidos a laborar en dichos puestos debido a la falta de demanda de mano de obra para estas profesiones. Así mismo este sistema de selección de "predicadores y capellanes de la ideología" se impone sobre personas que tienen una especial sensibilidad de izquierda, lo cual le resta a las fuerzas revolucionarias cuadros importantísimos.
El liberalismo promueve un ámbito de libertades tanto públicas como privadas. Dentro de las primeras, consideramos los derechos de asociación y de creación de partidos políticos, de reunión, de participación en el escenario político, de opinión, libertad de prensa, de información y de educación, entre otras. En el ámbito privado, tenemos la libre contratación, la libre adquisición de la propiedad y la libre disposición, uso y goce de la propiedad (derecho de propiedad), entre otras. Lo que hacen es declarar ciertos derechos y libertades a través de un marco jurídico objetivo (codificación y constitucionalismo), y generar mecanismos judiciales y administrativos para su garantía efectiva. Separan al hombre ciudadano del hombre privado, separan derecho privado del público, cercenan la realidad entre un ámbito ideal donde todos somos iguales[2], del ámbito de las relaciones privadas, donde reina la ley del más fuerte. Por cierto que gracias a las luchas emprendidas por la clase proletaria a fines del siglo XIX y por todo el XX, se establecieron mecanismos jurídicos que permitían a esta clase reconocimiento en el derecho y entrar en un plano de relativa igualdad con la burguesía al menos en lo referente al derecho del trabajo. Sin embargo, debido a la reacción neoliberal de los últimos 30 años, tales conquistas han sido en su mayoría destruidas -ayudada la clase dominante por un ejército de intelectuales y militares golpistas- y peor aún, la permanente unión del proletariado se ha desmantelado, implantando el tipo ideal consumista y competitivo.
Como vemos, el derecho privado nos muestra un mundo ideal de individuos que contratan entre sí con libertad y plena conciencia de las circunstancias que lo rodean. El derecho público nos muestra un mundo igualmente ideal en que los hombres participan con igualdad de condiciones y con plenas libertades públicas.
Marx considera al hombre como un ser libre, como un fin en sí mismo, y la gran diferencia con los otros filósofos ilustrados[3] es que se propone realizar estos postulados procedentes de la ilustración en la realidad misma del hombre. No se queda en los discursos y las palabras, sino llama a la acción. La dignidad humana no tiene tiempo de espera, hay que acudir en su ayuda. Así mismo, considera que la libertad humana es hasta tal punto la esencia del hombre, que hasta sus oponentes lo comprenden. Ningún hombre lucha contra “La” libertad; en todo caso, lucha contra la libertad de otros. El hombre para Marx es hasta tal punto fin en sí mismo, y no un medio útil para realizar un fin, que amplia tal concepción, afirmando que la naturaleza humana del hombre nunca debe convertirse en medio para la existencia individual. Es por ello que el socialismo es el orden social en que el hombre socializado, los productores asociados regulen racionalmente su intercambio de materias con la naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de dejarse dominar por él como un poder ciego. Todo lo contrario al “socialismo real soviético”, al Estado benefactor y al “capitalismo real”, que es el neoliberalismo.
Está claro que la libertad “ya existe”. En realidad existe desde que el hombre existe. En algunas épocas ha existido como privilegio especial de la nobleza, en otras como fuero frente al poder real, en otras como revolución contra el orden establecido que impide o coarta la libertad, en otras como despotismo autoritario (el único libre es el rey), y en otras como derecho universal. Todas estas son diversas formas, manifestaciones político-jurídicas de como la libertad ha existido en la historia del hombre. ¿Entonces que pretenderá el socialismo si la libertad ya existe como un derecho universal en los diversos textos de garantía? Pues justamente que el acto mediante el cual el hombre produce su propia vida -el trabajo- sea libre. Toda actividad transformadora de la realidad, toda actividad productiva del hombre, toda praxis, son para él trabajo, y son siempre relaciones mutuamente transformadoras entre la naturaleza y los hombres, y también entre los hombres mismos. En la realización de dichas actividades, el hombre se siente viviendo como hombre. No sirve de nada la racionalidad si no es empleada, la capacidad de amar si no se realiza en un acto de amor hacia un objeto amado, el intelecto si es aplicado, el trabajo si no es ejercido para cambiar el mundo y al sujeto mismo. No basta con que el hombre tenga en abstracto dichas “capacidades”, debe realizarlas para realizar su ser como hombre. De ahí podemos atisbar la herencia hegeliana en sus escritos, el sentido que le da a la libertad no como un estado natural al sujeto, sino como conquista y resultado de una lucha.
De todos modos cabe señalar; para que estas manifestaciones del ser humano realmente sean sus manifestaciones auténticas, una exteriorización de su ser, éstas deben ser desenajenadas es decir, que agoten su fin en sí mismas y no se transformen en medios para otros fines. No es lo mismo el amor que la prostitución, el trabajo asalariado que el trabajo creador, el arte para ganar dinero o el sometido a mecenazgo que el arte para sí. A fin de cuentas, toda manifestación del hombre debe completar su fin en él mismo, y no estar sometidas a un poder extraño al mismo hombre. Estas manifestaciones son el modo de existir del hombre en el mundo. Un hombre no manifestado en hombres como en objetos, es un hombre que está fuera del hombre, un hombre fuera del mundo, una muerte prematura. El hombre pleno es aquel que maneja sus fuerzas y potencialidades inherentes concientemente y de forma creadora, como verdaderas manifestaciones de su ser. En esta expresión de energías humanas, el hombre cambia su mundo, lo humaniza, así como también el mismo se ve transformado por el objeto de su obra. Él ya no es el mismo, y el mundo tampoco lo es.
En la sociedad burguesa la necesidad de dinero abarca y acalla toda otra necesidad. Se transforma en moneda de cambio de toda manifestación y potencia creadora del hombre. El dinero hace del feo hermoso, del odiado amado, del mezquino generoso, del ignorante sabio. Toda expresión creadora del hombre en esta sociedad sólo crea valor, valor que es intercambiable por otras manifestaciones. Es la prostituta universal[4].
Marx no se dirige a la “libertad de”, sino a la “libertad para”, es decir, escapa de la mera declaración o reconocimiento de libertades jurídicas sino pretende algo más radical, que existan las condiciones de vida reales para que el individuo pueda realizar su libertad. Para que existan dichas condiciones de vida que permitan el despliegue humano, es forzoso generar un sistema de producción, una base económica que permita al hombre hacer de la vida su dedicación principal y no hacer de la subsistencia individual su principal dedicación, como ocurre hasta nuestros días, donde el trabajo para gran parte de la población es trabajo forzado,[5] siendo toda esta realidad ocluida y velada por la posición ideológica que plantea al hombre sólo motivado por sus afanes más groseros y subcorticales, reduciéndolo todo al principio de la utilidad, en las llamadas leyes de mercado, y que en el mundo social debe ser constreñido, compulsado por sus necesidades, las cuales son bien manejadas por sus sicofantes, los sacerdotes de la publicidad.
Para la consecución de este fin al cual denomina comunismo, es necesario un proceso previo de avance científico y técnico que permita al hombre adquirir conciencia certera de la naturaleza y que le permita sacarle partido a sus potencialidades. Este avance ya está en proceso vertiginoso de aceleración desde la revolución industrial, que es la primera y más permanente aplicación de la ciencia moderna a la actividad productiva.
Por otro lado, aboga por un hombre que tenga conciencia de las circunstancias, por un hombre multidimensional, y no el unidimensional del que habla H. Marcuse a propósito del consumidor-trabajador.
[1] III Tesis sobre Feuerbach, Carlos Marx, Apéndice de “Ludwig Feuerbach y el fin de la Filosofía clásica Alemana”, Federico Engels, Ediciones en lenguas Extranjeras, Moscú, URSS.
[2] Hasta hace poco esto siquiera fue efectivamente respetado, a través del sufragio censitario, la prohibición para la mujer de votar, ilegalización de agrupaciones políticas proletarias, prácticas de cohecho, Golpes de Estado a gobiernos democráticos y socialistas, etc.
[3] Recordemos que gran parte de los “ilustrados” franceses eran como Voltaire deterministas y como Diderot mecanicistas.
[4] William Shakespeare, Timón de Atenas, , Editorial Planeta, impreso por Rodesa, Madrid España, 2000.
[5] Carlos Marx, Manuscritos económico-filosóficos, apéndice de “Marx y su concepto del hombre”, Erich Fromm, primera edición en español 1962, decimonona reimpresión 2005, traducción de Julieta Campos, Fondo de Cultura Económica, México.
Las amarras que nos condenan a una mala educación. LOCE
Por Felipe Reyes
Su nacimiento
El 10 de marzo de 1990, es decir, un día antes de que Augusto Pinochet abandonara el poder, la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE) fue promulgada por la junta militar de gobierno, la cual vendría a asegurar y perfeccionar todo un conjunto de políticas partes de un modelo económico que determina hasta hoy todas las relaciones que se dan en la sociedad chilena. Pero como se dijo esta ley no nace de la nada y como tantas leyes dictatoriales tiene su prehistoria. En rigor, ésta es el resultado de toda una década de reformas, que arrancó con la Ley de Subvenciones de 1981, continuó por varios años con la municipalización de la educación y culminó en la LOCE como la consagración de toda una lógica libremercadista de la educación y que abrió las puertas a la educación como negocio, desde la escuela básica hasta la universidad.
El 10 de marzo de 1990, es decir, un día antes de que Augusto Pinochet abandonara el poder, la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE) fue promulgada por la junta militar de gobierno, la cual vendría a asegurar y perfeccionar todo un conjunto de políticas partes de un modelo económico que determina hasta hoy todas las relaciones que se dan en la sociedad chilena. Pero como se dijo esta ley no nace de la nada y como tantas leyes dictatoriales tiene su prehistoria. En rigor, ésta es el resultado de toda una década de reformas, que arrancó con la Ley de Subvenciones de 1981, continuó por varios años con la municipalización de la educación y culminó en la LOCE como la consagración de toda una lógica libremercadista de la educación y que abrió las puertas a la educación como negocio, desde la escuela básica hasta la universidad.
La situación actual
El problema de la educación es un problema que afecta a la totalidad del marco normativo vigente, del cuál la LOCE es solo una parte. Dicho marco normativo encabezado por la Constitución de 1980, define un concepto de educación bajo principios liberales eximiendo de responsabilidades al Estado. Ejemplo de esto es al articulo 19 nº 10 inc.2 de nuestra carta fundamental el cual exime de toda responsabilidad en la labor educativa al estado entregándolo “preferentemente” a los padres, es decir: padres que no posean recursos... hijos que no recibirán educación, y si llegase a recibirla esta será necesariamente de mala calidad.
Contradicción libertad de enseñanza - derecho a la educación
La primera constatación respecto de los supuestos que subyacen a la ley es la preeminencia de la libertad de enseñanza por sobre el derecho a la educación. Donde nuestro marco normativo hace prevalecer la libertad por sobre el derecho. Este último es desarrollado extensamente en la constitución (Art. 19 nº 11) al contrario del ambiguo pero determinante seudo-derecho a la educación que concibe el 19 nº 10 de ésta misma ley.
El supuesto se revela en los primeros artículos de la LOCE, artículos que fundamentan, de hecho, la posición oficial respecto del rol de Estado frente a la educación, donde se establece, entre otras cosas, lo siguiente:
"Corresponde preferentemente a los padres de familia el derecho y el deber de educar a sus hijos; al Estado, el deber de otorgar especial protección al ejercicio de este derecho" (Art. 2)
"El Estado tiene, asimismo, el deber de resguardar especialmente la libertad de enseñanza" (Art. 3)
Esto se ve reafirmado en la Constitución donde se establece que:
"Es deber de la comunidad contribuir al desarrollo y perfeccionamiento de la educación" (Art. 19 nº 10).
Lo señalado supone, por un lado, que la responsabilidad social de la educación es traspasada al individuo, por ende se convierte en un problema privado, o a la comunidad en sentido amplio, desentendiéndose el Estado de ello. Por otro lado, practicar la libertad de enseñanza implica tanto la libertad de poseer un establecimiento educacional (ser sostenedor sin más trabas que tener el cuarto año medio cumplido y un capital para invertir) como la libertad para orientar los contenidos de la enseñanza, sin mayor regulación. El Estado se presenta como una entidad subsidiaria de la educación, garante de las condiciones para el cumplimiento de la responsabilidad por parte de los privados (familias y sostenedores) en lugar de asumir la responsabilidad él mismo. Es decir, el Estado se desentiende de su rol fundamental de sostenedor social de la educación.
La importancia de la LOCE para los niños de Chile
Esta ley impuesta autoritariamente agudizó rápidamente el proceso privatizador que venia produciéndose en Chile y, como se dijo, aceleró de forma óptima la privatización de la educación en todos sus niveles, tanto dentro como fuera de las universidades, lo cual significó que la gran mayoría de las familias del pías, hasta ahora, no puedan optar a una educación de calidad para sus hijos.
Veamos por ejemplo la situación de un niño cuya madre y/o padre perciben como salario el sueldo mínimo. primero y necesariamente deberá asistir a una escuela municipalizada donde la educación es claramente nefasta producto de la pésima situación económica de la propia escuela; se ira desarrollando a la vez en un ambiente propio de sectores de escasos recursos donde la droga, la delincuencia y la violencia intra-familiar son cosa de todos los días; los padres vivirán ausentes para el niño producto del régimen laboral explotador que se les impone y que además los mantiene con un salario mínimo de subsistencia; suponiendo que llegase a enseñanza media, en un liceo también municipal, no estará en condiciones para rendir la PSU a diferencia de otro que estudio en un liceo pagado; al final el niño determinado por el conjunto de problemáticas que crea esta sociedad termina por convertirse en lo que el modelo económico quiere, en mano de obra barata.
Conclusión
La mencionada ley, como se ha demostrado anteriormente, deja al estado totalmente desentendido de su rol fundamental del desarrollo de nuestra educación, dejando a la familia como el único ente responsable económicamente en la educación de sus hijos, puesto que el gobierno sólo dará pequeñas ayuditas a través de créditos y becas sin tomar el rol protagonista, en nuestro desarrollo, que le corresponde. Lo cual conlleva, lógicamente, a una mercantilización del derecho humano a la educación digna y de calidad.
Debemos entender que el primer paso par construir un país justo, con una educación digna para todos, donde el ingreso y la condición económica no sea merma para recibir una educación de calidad, es derogar la actual ley orgánica constitucional de enseñanza. De otra manera estaremos siendo cómplices de que cada día que pase, hayan más niños y jóvenes pidiendo en las calles y más padres estresados por no tener dinero para educar a sus hijos.
El problema de la educación es un problema que afecta a la totalidad del marco normativo vigente, del cuál la LOCE es solo una parte. Dicho marco normativo encabezado por la Constitución de 1980, define un concepto de educación bajo principios liberales eximiendo de responsabilidades al Estado. Ejemplo de esto es al articulo 19 nº 10 inc.2 de nuestra carta fundamental el cual exime de toda responsabilidad en la labor educativa al estado entregándolo “preferentemente” a los padres, es decir: padres que no posean recursos... hijos que no recibirán educación, y si llegase a recibirla esta será necesariamente de mala calidad.
Contradicción libertad de enseñanza - derecho a la educación
La primera constatación respecto de los supuestos que subyacen a la ley es la preeminencia de la libertad de enseñanza por sobre el derecho a la educación. Donde nuestro marco normativo hace prevalecer la libertad por sobre el derecho. Este último es desarrollado extensamente en la constitución (Art. 19 nº 11) al contrario del ambiguo pero determinante seudo-derecho a la educación que concibe el 19 nº 10 de ésta misma ley.
El supuesto se revela en los primeros artículos de la LOCE, artículos que fundamentan, de hecho, la posición oficial respecto del rol de Estado frente a la educación, donde se establece, entre otras cosas, lo siguiente:
"Corresponde preferentemente a los padres de familia el derecho y el deber de educar a sus hijos; al Estado, el deber de otorgar especial protección al ejercicio de este derecho" (Art. 2)
"El Estado tiene, asimismo, el deber de resguardar especialmente la libertad de enseñanza" (Art. 3)
Esto se ve reafirmado en la Constitución donde se establece que:
"Es deber de la comunidad contribuir al desarrollo y perfeccionamiento de la educación" (Art. 19 nº 10).
Lo señalado supone, por un lado, que la responsabilidad social de la educación es traspasada al individuo, por ende se convierte en un problema privado, o a la comunidad en sentido amplio, desentendiéndose el Estado de ello. Por otro lado, practicar la libertad de enseñanza implica tanto la libertad de poseer un establecimiento educacional (ser sostenedor sin más trabas que tener el cuarto año medio cumplido y un capital para invertir) como la libertad para orientar los contenidos de la enseñanza, sin mayor regulación. El Estado se presenta como una entidad subsidiaria de la educación, garante de las condiciones para el cumplimiento de la responsabilidad por parte de los privados (familias y sostenedores) en lugar de asumir la responsabilidad él mismo. Es decir, el Estado se desentiende de su rol fundamental de sostenedor social de la educación.
La importancia de la LOCE para los niños de Chile
Esta ley impuesta autoritariamente agudizó rápidamente el proceso privatizador que venia produciéndose en Chile y, como se dijo, aceleró de forma óptima la privatización de la educación en todos sus niveles, tanto dentro como fuera de las universidades, lo cual significó que la gran mayoría de las familias del pías, hasta ahora, no puedan optar a una educación de calidad para sus hijos.
Veamos por ejemplo la situación de un niño cuya madre y/o padre perciben como salario el sueldo mínimo. primero y necesariamente deberá asistir a una escuela municipalizada donde la educación es claramente nefasta producto de la pésima situación económica de la propia escuela; se ira desarrollando a la vez en un ambiente propio de sectores de escasos recursos donde la droga, la delincuencia y la violencia intra-familiar son cosa de todos los días; los padres vivirán ausentes para el niño producto del régimen laboral explotador que se les impone y que además los mantiene con un salario mínimo de subsistencia; suponiendo que llegase a enseñanza media, en un liceo también municipal, no estará en condiciones para rendir la PSU a diferencia de otro que estudio en un liceo pagado; al final el niño determinado por el conjunto de problemáticas que crea esta sociedad termina por convertirse en lo que el modelo económico quiere, en mano de obra barata.
Conclusión
La mencionada ley, como se ha demostrado anteriormente, deja al estado totalmente desentendido de su rol fundamental del desarrollo de nuestra educación, dejando a la familia como el único ente responsable económicamente en la educación de sus hijos, puesto que el gobierno sólo dará pequeñas ayuditas a través de créditos y becas sin tomar el rol protagonista, en nuestro desarrollo, que le corresponde. Lo cual conlleva, lógicamente, a una mercantilización del derecho humano a la educación digna y de calidad.
Debemos entender que el primer paso par construir un país justo, con una educación digna para todos, donde el ingreso y la condición económica no sea merma para recibir una educación de calidad, es derogar la actual ley orgánica constitucional de enseñanza. De otra manera estaremos siendo cómplices de que cada día que pase, hayan más niños y jóvenes pidiendo en las calles y más padres estresados por no tener dinero para educar a sus hijos.
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