Por Moisés Escobar Bahamondes
Compañeros y amigos, hoy nos volvemos a encontrar, en esta nueva edición de nuestra revista, la revista de todos, por todos y para todos. Primero que todo, a nombre de la revista y la universidad, le damos una cordial bienvenida a los nuevos estudiantes que ingresan al primer año de nuestra carrera, sabemos que al principio muchos se debieron sentir en un estado de cohibición, de soledad y de desamparo, como también ocurrió en nosotros, al entrar por primera vez en las vítreas puertas de este palacete. Como vemos, tales nuevos compañeros han generado lazos, que probablemente, darán lugar a una duradera amistad. Esperamos que su estadía en la universidad, sea grata, y más aún, fructífera. En estos momentos, se inicia una nueva etapa para ustedes estimados y algunos, aún anónimos para mí, compañeros mechones, esta etapa, que tendrá como telón de fondo los verdes mosaicos, que le confieren al establecimiento un ambiente clásico grecorromano, idóneo para la reflexión y el dialogo, acá ustedes serán los protagonistas de una obra que acaba de iniciarse para ustedes, pero que ya lleva cerca de cien años efectuándose, casi sin interrupciones. Siéntanse en confianza, con total desenvoltura, en ésta, su nueva casa que los acoge hospitalaria y fraternalmente.
Teniendo en cuenta que esta es la primera edición de la revista en el año entrante, la dedicaremos especialmente a nuestros nuevos compañeros recién ingresados. Así mismo, considerando el especial contexto de inicio del año académico y a modo de generar, propiciar un debate fructífero, colmado de nuevos rumbos por recorrer en éste, nuestro largo camino, es mi deseo, mi querer justamente apelar a la distinción y posterior definición de dos calidades, condiciones que si bien son diferentes, a ratos las confundimos, las entendemos como sinónimos.
Aunque a simple vista, este intento se considere como un mero capricho o redundancia fútil, sostengo porfiadamente una posición quizá problemática para muchos, tanto dentro como fuera de la escuela, pero sostengo el ideario de que el hombre es capaz de superar sus circunstancias, aunque éstas le sean desfavorables, lo cual implica también la aspiración, de la cual muchos hacen vanagloria, pero pocos ponen en acción sus fuerzas para concretarla, de vivir en una sociedad mejor, mas justa, y por cierto, esta justicia implica una actitud crítica respecto a las instituciones sociales, partiendo desde la misma universidad, la cual constituye el primer ámbito, espacio donde todos podemos ser partícipes de su conducción y porvenir. Sostengo esta búsqueda, este preclaro objetivo, y en pos de éste, me proyecto al tema de la editorial, la distinción entre alumno y estudiante, dos conceptos que implican dos actitudes distintas respecto a la universidad, al conocimiento, al saber, y más aún, respecto de la sociedad en que estamos inmersos.
Dos conceptos distintos ya que el primero, alumno (del latín alumnus, de alere es decir, alimentar, criar, especialmente ganado) dice relación a la calidad de ser discípulo de maestro en algún saber o ciencia. Consiste, necesariamente en una relación jerárquica de poder, una relación de educador y educando, donde hay un sujeto activo, de quien emanan los conocimientos, y otro pasivo, quien actúa casi como un recipiente de saberes, los acumula, y posteriormente los expone ante el maestro, demostrando que aprendió, que comprendió los conocimientos y en una nota se resume tal resultado.
Estudiante, proviene de un término aún mas amplio, el de estudio, del latín Studium, que significa actividad, aplicación del entendimiento a la adquisición y cultivo del conocimiento. Con esto, superamos la noción de mero receptor, de simple recipiente de conocimientos, de sujeto pasivo del proceso de aprendizaje. Conlleva ahora una actitud personal de enfrentar tales conocimientos, de voluntad, de proyección hacia la búsqueda, y hacia la aplicación en la praxis de aquellos saberes.
En una carrera abocada al ser humano y la sociedad, como es el derecho, es nuestra obligación no ser quietistas, no conformarnos acomodaticiamente con lo expuesto por la docencia, en cambio, una actitud propia de un estudiante, que justamente es aquel dedicado al cultivo del conocimiento y de la aplicación de éste sobre la base de un buen entendimiento, debe extraer de todas aquellas fuentes del saber, así como de su propio examen racional, una respuesta que implique solución de los problemas del derecho y la sociedad en la cual éste y nosotros entramos en acción.
Por otro lado estamos en una carrera en la cual interactuamos constantemente no solo con normas, sino con un contenido bastante más profundo, la libertad y la dignidad humana, el poder tanto privado como estatal y el efecto de estos poderes en la determinación de la vida humana. Si queremos ser diestros y más aún, íntegros en lo que seremos, profesionales del derecho, debemos interiorizarnos en aquellas áreas, aunque sea a ratos difícil debido a la premura del tiempo y al agotamiento intelectual.
¿Cómo podemos evitar caer en el quietismo?, pues propiciando la discusión de los temas, a través de los más diversos medios que se presenten, tales como instancias presenciales como iniciativas que impliquen la utilización de instrumentos escritos como nuestra revista, también la lectura personal, especialmente de filosofía es un recurso recomendable para todo estudiante, pues esta a fin de cuentas constituye un espacio de esparcimiento intelectual, y quiéranlo o no, es democrática y plural, en el sentido de que existen los mas diversos pensamientos, todos útiles a la hora de argumentar. Por otro lado, el leer, no solo de filosofía, sino también de otros cultivos humanos, provee al estudiante del contenido suficiente y genera en éste los criterios básicos de crítica, justamente, para juzgar el antes y el hoy, la historia, tanto universal como nacional, y la situación actual, es decir, la historia en el acto, la política, la humanidad en desenvolvimiento.
Siguiendo el concepto antes expuesto y justificado de estudiantes, verdaderos estudiantes, concluyo las siguientes certezas y finalmente proporciono al albedrío de sus conciencias, unas cuantas interrogantes:
1) En cuanto estudiantes, debemos propiciar una actitud de tomar partido por las cosas, asumiendo que somos actores fundamentales, y seguiremos siendo juez y parte en la acción social, como trabajadores e intelectuales. Esta conclusión implica una preocupación por el futuro y porvenir de la universidad y más aún, de la sociedad, lo cual irremediablemente nos conduce al compromiso y responsabilidad hacia nuestra acción en la vida, requisito insito de un buen ciudadano, a modo de partícipe de la comunidad humana. Es por ello que poco contribuyen a tal preclaro objetivo, aquellas opiniones evidentemente quietistas, que favorecen la despolitización de la universidad, como si se tratara de un ámbito forzosamente neutral, donde el pensamiento político estuviera vedado para guiar a la acción, y de esa manera, hundiéndonos en una realidad parecida a la del liceo o peor aún de la escuela básica, y condenándonos a ser precisamente, individuos funcionales, pasivos, acríticos, y peor aún, manipulables, gracias a la ignorancia, de las intenciones y voliciones de aquellos que detentan el control cultural de nuestras sociedades.
2) En la universidad siendo estudiantes de verdad, teniendo tal compromiso y responsabilidad, fortaleceremos, iluminaremos a ésta, nuestra gran casa de estudios. Por otro lado, nos comprometemos con la universidad, para mejorar su calidad, partiendo de lo más básico, nosotros.
3) ¿Compañeros y amigos, nos consideramos tras esta intervención como alumnos o estudiante partícipes de la vida universitaria?
4) ¿Si nos consideramos alumnos, quietistas y acomodaticios, estaríamos dispuestos a cambiar tal actitud, en pos de ser mejores para nosotros, nuestros semejantes y la universidad?
Solo de nosotros dependerá, como seres libres y pensantes, ser estudiantes o meros alumnos
viernes, 14 de marzo de 2008
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